Nerón y el cretinismo
La firma de opinión del historiador y catedrático de Historia Contemporánea de la UCLM, Manuel Ortiz
'Nerón y el cretinismo', la firma de Manuel Ortiz
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Albacete
Mi propósito era hablarles de cuestiones que nos pueden parecer más próximas e, incluso, importantes. Así lo certifica el propio CIS que ya la considera la principal preocupación de los españoles. Me refiero a la situación de la vivienda. En ello estaba cuando en casa me advirtieron del interrogatorio que el juez Carretero practicó contra Mouliáa, la periodista denunciante contra Errejón, de la que todavía no me he recuperado. Me replanteé el asunto calentito como estoy con los excesos y desvaríos de la justicia patria que acumula ya una lista que se me hace bola. Incluso, barajé la posibilidad de reflexionar sobre esa increíble indemnización que Pallete cobrará del erario público. Pero, nada ha podido superar las imágenes de la toma de posesión del presidente Donal Trump.
Tal vez estén ya saturados de valoraciones o consideren que el tema nos queda lejano y apenas nos afecta. Pero lo cierto es que, en este mundo globalizado, la influencia de ese acontecimiento siempre sería muy relevante y, mucho más ahora, si tenemos en cuenta el contexto y lo que representa el segundo mandato del peculiar político, que protagonizó un espectáculo que desde luego no defraudó ni a sus acérrimos seguidores ni a quienes nos parece una amenaza descomunal para el sistema democrático.
Viendo las imágenes en diferentes medios, no pude evitar recordar la célebre película en la que Domicio Enobarbo, Nerón, emperador romano nacido en el año 37 d.c. sobrino de Calígula, tocaba la lira mientras Roma ardía. Ese incendio provocado por el mismo, ya saben, fue imputado a los cristianos que, como otros muchos colectivos, sufrirían las iras, los abusos y las locuras del emperador más infame y odiado del mundo romano.
Que Trump ganó, esta vez sí, legítimamente las elecciones, aunque por un margen pequeño, no deja de ser la crónica de una muerte anunciada. Con ese estilo procaz, auténtico dicen, que no ha inventado, pero si depurado, ha capitalizado el malestar social y embaucado a la sociedad con mensajes absurdos y simples pero muy planificados que chocan con una política tradicional que genera hartazgo. Podemos explicarlo por la crisis general de los dos principales partidos; los errores demócratas, presentando a un Biden ya agotado, aunque apenas dos años mayor que el republicano; a los excesos de la cultura woke asociada con la izquierda norteamericana; por el auge del populismo de extrema derecha, apoyado en un discurso ultranacionalista y xenófobo que ha campado en las redes sociales sobre todo entre los jóvenes norteamericanos, blancos, incultos y machistas; o por el agotamiento de un sistema político que pide reformas estructurales urgentes que afecten al sistema electoral, a la persistencia de jueces vitalicios o al reparto de representantes que benefician a los Estados más rurales y reaccionarios.
En todo caso, podemos hablar de un fracaso colectivo por no saber hacer frente a los retos del presente. Lo ha dicho el propio presidente saliente en su discurso de despedida: EE. UU queda en manos de una “oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia”. Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y Sundar Pichai representan a esa nueva élite que certifica el final de una política que se tenía por ejemplar en la que funcionaban los famosos contrapoderes, que evitaban los excesos de los presidentes que llegaran a acumular mucho poder. Por cierto, nunca como Trump. Podría recordar a muchos cargos anteriores que apelaron a la Providencia para justificar su toma de posesión porque se sentían ungidos, elegidos, como el propio pueblo norteamericano a liderar al mundo. Todo ello, paradójicamente, en un país que presume de su laicidad, pero que sistemáticamente no la respeta.
El equilibrio entre medios de comunicación, academia, ciencia y gobierno ha quebrado. Baste recordar la constante invocación a la libertad de expresión que no deja de ser una loa a la impunidad, al declive de los controles, la incitación a la violencia y a la exaltación de la mentira. Todo ello se pudo ver ayer urbi et orbi en esa obscena representación de poder.
Trump, de hecho, habló del día de la liberación -yo me pregunto de quién o de qué-; anunció la llegada de la revolución del sentido común -en este caso, sin duda, el menos común de los sentidos-; el comienzo de la edad de oro para su país y una marea de cambio que certificó con la liberación de más de 1.500 presos que cumplían pena por el asalto al Capitolio de hace cuatro años.
También se acordó de nosotros, aunque en una evidente demostración de ignorancia, aunque quien sabe si provocación premeditada, nos confundió con uno de los BRICS. Lo dicho, Nerón redivivo.
Hoy por Hoy Albacete (23/01/2025) | Especial desde FITUR
01:40:00
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