Teatro y cerámicas

Albacete

La ciudad engalanada estos días con el agua purificadora que tuvo a bien participarnos de paraguas contra el polvo de armario reposado durante días, qué digo, durante meses, qué digo, durante algún año: éste último, que olvidó un menesteroso servicio: ése que abrillanta los asfaltos o que empapa las cristaleras de esos mazacotes de casas que cada día esconden la antigua ciudad que conocimos (es verdad, a los contratistas les ha dado por ocultar nuestros viejos portales, las agradables bóvedas del siglo pasado). Y vimos la ciudad regada con aroma al aire fresco que anuncia la primavera, decíamos, la ciudad que mantiene su nivel de lujo también a la hora de distraernos con la vieja historia de las artes.

Sí porque un día un Barco Pirata (compañía escénica) asomó con una arrolladora historia, un dramático discurso sobre la supervivencia, ante un Teatro Circo lleno hasta los proscenios, hasta el escotillón... donde aparecía y desaparecía dando explicaciones un actor grande, sobrado, creíble, arrastrando en su discurso el poso sobrecogedor de su desventura: Ahmed Younoussi. El tipo se presentó como si fuera un acomodador improvisado rogándonos que apagáramos los móviles y acabó contándonos 'de pe a pa', como decimos en Albacete, todo el drama africano que muchos de los presentes conocían asomados a los barcos que les traían de Tanger o Tetuan. un lenguaje descarnadamente realista y a la vez indisimuladamente lírico y poético, el viaje que separa dos mundos que viven a tan solo 14 kilómetros y medio de distancia.

Ahora resulta que según contaba el director de la obra, 14.4, Sergio Peris- Mencheta el primer día de rodaje, el actor que debía interpretar al chico marroquí no apareció en el set y terminó haciendo el papel el propio chaval en quien estaba inspirada parte de la historia: Ahmed Younoussi. Ahmed por aquel entonces tenía unos 17 años y había venido al primer ensayo acompañado de su tutor, para asesorar al actor que no se presentó. Total: Ahmed nos contó el espectáculo de la vida, de la aventura de la vida cuando ésta te da la espalda en Asilah, por nombrar una ciudad costera en Marruecos. Esa noche todos salimos sobrecogidos del Teatro.

Con el regocijo de la lluvia que nos ha visitado estos días nos acercamos también al Museo de nuestra ciudad, el del parque... el titular desde que nos salieron los dientes. Lo que acoge estos días sus galerías es otro lujo visual: el brillo y color de La Loza de Hellín. La historia de las producciones cerámicas ESMALTADAS desde el siglo XVI. Ni que decir tiene que sus clientes no fueron los modestos de la ciudad sino claro: notarios, el clero, médicos, boticarios y también algún platero o escultor. La muestra ha tenido que ser de un esfuerzo organizativo sobresaliente. Llama la atención los tres tipos de loza que se muestran: la de azul y ocre o la monocolor, con el azul cobalto reinando casi siempre sobre el blanco. Los autores originales, aprendices, oficiales y maestros pertenecían a familias de alfareros profesionales trabajando la arcilla, el plomo o el estaño. Absolutamente recomendable su visita.

Y con la Primavera ya de cuerpo presente, roguemos algún día más la visita de la diosa lluvia.