La llegada del inmigrante

Ciudad Real

El revuelo de Manzanares con motivo de una posible llegada de inmigrantes a un hotel de la localidad vuelve a reabrir el debate de qué realmente estamos dispuestos a aceptar en materia de solidaridad, cooperación y extranjería. Movimiento por la Paz lleva trabajando desde hace años con este tipo de iniciativas, aquí en Castilla-La Mancha, y en todo el país. Son esos cupos que las ONG de este tipo tienen encomendado para enmendar un problema de origen, otro de recepción y el definitivo de integración.

Más allá de que podamos estar de acuerdo, enarbolemos banderas de proteccionismo, de seguridad u otro tipo de falacias que engordan argumentarios integristas, la inmigración ha venido para quedarse. Lo vemos en nuestros campos, en aquellas laborales de la agricultura que hemos decidido prescindir; en nuestras casas de nuestros mayores, a los que hemos renunciado desde hace ya una generación por nuestro bienestar, nuestra comodidad y aunque suene duro, que hemos abandonado a una herencia y un legado más necesario que nunca.

Sin embargo, el voto contra el migrante cala en todas las capas de la sociedad. Da igual que sea desde VOX, el PP o el propio Partido Socialista. Ahora mismo, nuestros dirigentes no están dispuestos a aceptar en su región ni en su ciudad ningún cupo. La demostración del tan cacareado centro de acogida del aeropuerto de Ciudad Real evidenció un rechazo justificado por la ‘nocturnidad y alevosía’ pero no en el fondo. Más pronto que tarde deberemos encauzar esta realidad no guste o no. Mejor dicho, muchos pueblos ya lo están ejecutando aunque no salga a la palestra mediática.

En pisos, en albergues u hostales. Ni que decir de nuestros colegios donde la realidad es tan abrumadora. Da igual que la Conferencia Episcopal apele a una solución. Ni siquiera a los obispos se les permite dar lecciones de esto. Se les tacha de vendidos. Algo estamos haciendo mal.