Un universo imprescindible de Pokémon verdaderos
La firma de opinión del catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha y director del Jardín Botánico de Castilla-La Mancha, Pablo Ferrandis

'Un universo imprescindible de Pokémon verdaderos', la firma de Pablo Ferrandis
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Durante una conversación estival con mi sobrino Amancio cuando era un chiquillo de apenas 10 años, descubrí, para mi asombro, que era capaz de identificar por su nombre a todas y cada una de las criaturas Pokémon. En aquel entonces, el conjunto reunía un total de 151 personajes. Luego, el universo Pokémon se ha sofisticado mucho más, de lo que he consultado en Internet. Pero toda esa información archivada en la memoria de un niño tan pequeño ya me pareció un ejercicio intelectual de primer orden. Los Pokémon son criaturillas mitológicas que, partiendo de unas cuantas características fisionómicas comunes, se modifican en este o aquel rasgo, para dar lugar a un amplio abanico de personajes, cada uno provisto de su propia identidad. Tras reflexionar sobre mi descubrimiento, busqué a su madre -mi querida hermana Amancia- para sugerirle que introdujera a su hijo en el estudio de la entomología, la ciencia dedicada a los insectos. A fin de cuentas, no veía yo tanta diferencia entre la entomología y la “pokemonología”, con la notoria salvedad de que los insectos constituyen un grupo infinitamente más rico de seres que son, además, reales.
El diseño corporal de los insectos se puede resumir en la diferenciación de cabeza, tórax y abdomen y la presencia de tres pares de patas articuladas y dos pares de alas. A partir de este sencillo modelo, tan básico como el de los Pokémon, los insectos han ido modificando sus características aquí o allá, dando lugar a un grupo increíblemente diverso de animales. Cuando digo que es increíble, lo digo sin exageración alguna, pues a lo largo de su evolución, estos bichos han inventado absolutamente de todo para vivir de todas las maneras imaginables y en cualquier ambiente. ¿Sabían que el éxito biológico de los escarabajos se fundamenta en el acorazamiento de su par de alas delanteras hasta cubrir el resto del cuerpo, para dotarlo así de protección mecánica? Los escarabajos de los desiertos cálidos, además, han soldado estas alas endurecidas, llamadas élitros, renunciando al vuelo, pero blindando al animal frente a la deshidratación. Además, tienen las patas inusitadamente largas, alejando el cuerpo de la calurosa arena. No me extraña que los antiguos egipcios los considerasen animales sagrados. Las moscas han reducido el par de alas traseras para formar dos pequeños balancines, a modo de botoncillos, que contribuyen a estabilizar y agilizar su rapidísimo vuelo. Hay hormigas que cultivan hongos sobre trozos de hojas en el interior de sus colonias. Los saltamontes han transformado su par de patas traseras en dos musculados resortes que les permiten una potente capacidad de salto. La abeja de la miel realiza una danza en forma de ocho que, según su ángulo respecto al sol, informa a otras compañeras dónde está el alimento. Algunas termitas coloniales construyen nidos de barro con un entramado de canales diseñados de tal manera que hacen circular el aire, climatizando así el interior del edificio.
Se conocen alrededor de un millón de especies de insectos en nuestro planeta, pero se estima que existen entre ocho o nueve millones. La mala prensa de estos seres fascinantes está muy extendida en la sociedad. Cierto que algunos muerden y pican, pero sus funciones ecológicas van mucho más allá de esto y resultan fundamentales para que la naturaleza esté sana y nos proporcione sus servicios. Los insectos son los principales polinizadores de las plantas y, por ello, imprescindibles para mucho de nuestros cultivos; recicladores universales de materia orgánica; eslabón básico de las cadenas tróficas; controladores naturales de plagas y, en general, del equilibrio de los ecosistemas.
Estas “lágrimas de vida”, de carne y quitina, sufren actualmente un declive generalizado en los países desarrollados. El uso indiscriminado y masivo de plaguicidas, la degradación de sus hábitats, el cambio climático y las especies invasoras están erosionando alarmantemente la red de insectos de nuestros campos, con el riesgo que para nuestros sistemas de vida conlleva. Recuerdo que hace tiempo se puso de moda un juego, consistente en localizar Pokémon imaginarios en las calles. Más nos valdría jugar a impulsar la existencia de los insectos, seres verdaderos, en nuestros campos y ciudades. El mundo sería mucho más sano y pinturero.
Atentamente les saluda, Pablo de Passo.
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Hoy por Hoy Matinal Albacete 08:20 horas (25/04/2025)

Pablo Ferrandis
Pablo Ferrandis Gotor (Albacete, 1966) es Catedrático en la Universidad de Castilla-La Mancha. Licenciado...