Y que por lo visto 21.0

Talavera de la Reina

Y que por lo visto el lunes el suministro eléctrico hizo chin pum y se acabó el siglo de las luces. El gran apagón vino a sacarnos de la vida rutinaria para encararnos a la vida del héroe. La normalidad rota nos permite la pose del superviviente en la tormenta.

Ya no se va la luz como se iba en mi pueblo cuando yo era chico. Ahora se apaga en todo el imperio español que es poco. Y de rebote, les toca a los portugueses que siempre han dicho que de España nunca llegan buenos vientos ni buenos casamientos. Ni buen suministro eléctrico como han podido comprobar.

El apagón fue la hora de las grandes decisiones, pero duró poco en Talavera. No hubo tiempo para organizar un aplauso masivo a los trabajadores de Iberdrola. Pero hubo el tiempo suficiente para decidir si bajar a por pan o acabar con las reservas de papel higiénico. En el Covid, la lucha fue por el papel. Pero en el apagón la gente se dio cuenta de que se habían acabado las pilas y encender velas de emergencia no tenía sentido. Era de día.

No sé qué hubiera hecho mi madre que siempre combatió la emergencia comprando café y azúcar. Este es un canto épico para tiempos de tribulación. Se apagaron los hornos y no había carbón para la barbacoa, por tanto, apareció la siempre socorrida lata de sardinas para arreglar la urgencia. Y la radio. En mi casa no faltan pilas ni falta transistor porque cuando vienen dando nadie te llama, nadie te conforta. Sólo la radio que no falla.

El lunes fue el tiempo de los héroes del hogar que decidieron valientemente bajar por las escaleras en busca de una ración de paella fría de Mercadona, de los entrevistados a los que nadie les informa nunca de nada, de los folclóricos creadores de bulos y de los estoicos. Qué sería del mundo sin los estoicos.

Esos ciudadanos que recibieron duros reproches familiares por no moverse, por no agitarse, por no preocuparse, por mirar la vida pasar. Sin sobresaltarse.

Vamos, circulen.