Cosas de la Iglesia
La firma de opinión del historiador y catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha, Manuel Ortiz

'Cosas de la Iglesia', la firma de Manuel Ortiz
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Estos días tuve la oportunidad de visitar Roma. No se trataba de un viaje organizado con motivo de la muerte del Papa Francisco. Estaba en la agenda desde hacía tiempo y el azar ha querido hacer coincidir la estancia con el evento católico que dará un nuevo pontífice, el 267 de su historia. Hasta los actos con motivo del primero de mayo palidecieron ante un hito así. Mucho es lo que se ha dicho y escrito a propósito del Papa argentino, de sus reformas, seguramente más teóricas que efectivas, y de su relevo. Me van a perdonar, pero no voy a terciar en si sus doce años al frente de la Iglesia católica merecen una calificación u otra, aunque me ha llamado la atención el debate sobre si su dirección ha supuesto una revolución o, al menos, un giro progresista. Y lo digo porque si algo caracteriza a la institución, por encima de cualquier otra, es su condición conservadora, aunque ahora, eufemísticamente, se prefiere utilizar el término tradicionalista. Podemos encontrar muchos ejemplos a lo largo de la historia que lo confirmarían. Ni siquiera la Rerum novarum de León XIII, que pretendía defenderse de los envites de las doctrinas obreras socialistas y anarquistas de finales del siglo XIX, o la teología de la liberación, como rasgo más avanzado de las conclusiones del Concilio Vaticano II, han estado en la vanguardia de las teorías sociales, sin dejar de reconocer que supusieron un reciclaje importante en su seno y que conectaron a la vetusta organización con una sociedad en cambio que demandaba otra manera de entender la religión.
Mi reflexión apunta en otra dirección y tiene que ver con algo que es fundamental para entender el mundo en el que nos ha tocado vivir porque, independiente del sesgo creyente o agnóstico que uno profese, es más que evidente la imperiosa necesidad de estudiar la Historia de la religión católica para explicar correctamente la evolución humana. Ahora que se habla tanto de la importancia del papado y de su perfil ideológico, quiero destacar el inusitado poder que la Iglesia Católica ha acumulado a lo largo de los siglos y que la hacen tan determinante. He tenido la oportunidad de volver a museos, iglesias y espacios urbanos que ponen de manifiesto la riqueza que rodea al Vaticano y que me llevan a pensar en las luchas intestinas que envuelven a la curia y que no son cosa de películas como la exitosa Cónclave, de reciente aparición. Más también he contemplado con cierto estupor, lo admito, a miles de católicos deambular por dependencias católicas imbuidos de una fe indiscutible que los lleva a subir escaleras de rodillas, hacer largas colas expuestos a un sol inclemente, y emocionarse con auténtico misticismo cuando penetraban en la Basílica de San Pedro por la Puerta Santa, por ejemplo.
Miles y miles de personas, muchos de ellos auténticos peregrinos que hacen un esfuerzo importante para estar allí convencidos de que el difunto padre les concederá algún tipo de deseo o petición.
Envueltos en ese halo que sólo se puede entender desde la condición de creyente, seguramente, no pasan por sus cabezas debates en los que la cúpula católica se pone de perfil u opta por ponerse del lado del fuerte y no apostar por la crítica o la llamada de atención.
Recuerdo la imagen de muchas mujeres, a las que la propia iglesia niega derechos humanos como la simple igualdad con los varones y mantiene su situación secundaria o, incluso, invisible, como cuando ahora se trata de elegir al director de la congregación.
Eso no quiere decir que no haya en el seno de una iglesia que es muy heterogénea, al fin y al cabo, se habla de casi mil quinientos millones de católicos en el mundo, muchos críticos que sí apuestan por una manera de entender su religión más realista, más comprometida con los más necesitados y con las muchas causas justas que hoy nos rodean.
Pero entre los 133 cardenales, la mayoría occidentales, procedentes de 71 países, que van a elegir a partir de ayer al Papa, figuran otras preocupaciones que tienen, sobre todo, que ver con el poder y el mantenimiento de un estatus privilegiado.
Y me pregunto si con tanta capacidad potencial no se podrían esperar cosas mejores.

'Cosas de la Iglesia', la firma de Manuel Ortiz
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