Opinión

Líderes globales

La firma de opinión del historiador y catedrático de Historia Contemporánea de la UCLM, Manuel Ortiz

Entre mis músicos preferidos figura Bruce Springsteen y entre mis actores más admirados, Robert de Niro. Les confieso esto porque en este mundo tan convulso que vivimos, muchos echamos en falta liderazgos positivos que den seguridad y pistas del camino a seguir. La política, hija de su tiempo, lleva lustros produciendo monstruos, como los cuadros de Goya.

Líderes globales, la firma de opinión de Manuel Ortiz

El cantante estadounidense, en el inicio de su gira europea, dedicó una serie de comentarios contra la figura del presidente Trump con los que pretendía advertir de los peligros del autoritarismo. “Estados Unidos está en manos de una administración corrupta, incompetente y traidora”, dijo sin rodeos. Ha decidido que sus shows sean también actos de protesta política. Buena parte del repertorio y las presentaciones de algunas de las canciones fueron críticas explícitas a Trump y alertas sobre la actual deriva de la política norteamericana. Incluso bautizó la gira como La tierra de la esperanza y los sueños, una elegía a los valores de la democracia americana. Expresó su voluntad de que su música tuviera también una significación política. “Pedimos a todos los que creen en la democracia y en lo mejor de nuestra experiencia estadounidense que se levanten con nosotros y alcen sus voces contra el autoritarismo”.

Robert De Niro ha cargado contra Trump en Cannes: “El arte es una amenaza para los fascistas de este mundo”. Este Festival no suele vivir ajeno a lo que ocurre en el mundo. Cannes es el templo donde se defiende el cine de autor, especialmente el europeo, y ese cine está en peligro por las amenazas arancelarias al cine no producido en EEUU. El homenajeado con la Palma de Oro honorífica aprovechó su discurso para calificar a Trump como “presidente filisteo” que ha cortado los fondos para la cultura y a su gobierno de fascista. Confesó su miedo a que la democracia esté en juego en su país. Por eso pidió actuar ante un problema que no es solo estadounidense, sino global: “no podemos quedarnos de brazos cruzados. Tenemos que actuar ya. Sin violencia, pero con gran pasión y determinación”.

Y mientras todo esto sucede, Trump de visita por el mundo árabe, rodeado de sátrapas y presuntos asesinos y delincuentes, sin prestar atención al genocidio palestino, ahora, además de con armas, con hambre. En España vemos asuntos para la crítica, el análisis y la agitación propia de las sociedades democráticas. Pero nada es comparable al deterioro galopante de nuestro clima político en el que se han cruzado todas las líneas rojas de la relación democrática entre adversarios. La frustración que el resultado electoral del 23 de julio de 2023 provocó en las derechas ha multiplicado los niveles de crispación que ya eran altos antes. Las conversaciones con el presidente del Gobierno que Ábalos ha decidido publicar han avivado el fuego de una caverna mediática dispuesta a descalificar y deslegitimar todo lo que rodea al actual gobierno. Hasta Eurovisión vale para su estrategia.

Ha fallecido José Múgica, expresidente de Uruguay. Inevitablemente, he pensado en él para tratar de cubrir este vacío de liderazgos y me ha venido lo que Martín Caparrós pensaba: “en un mundo que desprecia a los políticos mucho lo apreciaban porque hablaba su mismo idioma, porque guardaba convicciones que tantos han perdido, porque decía lo que los otros callan y porque sus cuatro vidas tuvieron una coherencia que muy pocas tienen, incluso desde opciones especialmente controvertidas” -militó con los Tupamaros y participó de la lucha armada-. Mújica revitalizó la legitimidad de la política y siempre dijo que su principal anhelo sería que los jóvenes tomaran el relevo y no dejaran de luchar por causas solidarias, distintas a las suyas y en especial sin cometer sus errores. Creo que podemos pararnos a pensar en ello.