Entre obispos y avispadas
No debemos bajar la guardia. La inclusión no es un destino alcanzado, sino un proceso constante de vigilancia, crítica y acción

La mirada de Toledo: Entre obispos y avispadas (26/05/2025)
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Toledo (Toledo)
Hoy quiero hablarte de una polémica reciente que ha causado indignación en muchos sectores sociales, especialmente entre las personas con discapacidad y quienes trabajamos por una sociedad más justa e inclusiva. Me refiero a unas declaraciones del obispo emérito Juan Antonio Reig Pla, que no pueden ni deben pasar desapercibidas.
Durante una intervención pública, afirmó que la discapacidad es consecuencia del pecado original y que, en cierto modo, representa una forma de castigo divino. Sí, has escuchado bien. En pleno siglo XXI, en un país democrático, todavía hay voces que pretenden justificar la desigualdad, el sufrimiento o la diferencia, desde una visión teológica que criminaliza y estigmatiza.
Estas palabras no solo son ofensivas, sino profundamente peligrosas. Porque cuando se asocia la discapacidad con el pecado o con un castigo, lo que se está haciendo es perpetuar siglos de discriminación y de exclusión. Se está diciendo, aunque no se diga de forma directa, que las personas con discapacidad no son plenamente humanas, que son fruto de un error, de una falta o de una culpa ancestral.
No es la primera vez que este obispo genera controversia. A lo largo de los años ha protagonizado discursos contrarios a los derechos de las personas LGTBI, de las mujeres o de quienes se salen de una visión estrictamente conservadora del mundo. Pero cuando estas ideas se proyectan sobre la discapacidad, entramos en un terreno especialmente delicado. Porque hablamos de personas que ya han sido históricamente marginadas, y que han tenido que defender, y siguen haciéndolo, para que se reconozcan sus derechos, su autonomía y su dignidad.
Afortunadamente, estas declaraciones no han quedado sin respuesta o diversas entidades del ámbito de la discapacidad, como el CERMI, han alzado la voz para denunciar la gravedad del mensaje.
Este episodio nos recuerda que no debemos bajar la guardia. Que la inclusión no es un destino alcanzado, sino un proceso constante de vigilancia, de crítica y de acción. Y que cuando alguien con poder institucional difunde ideas que humillan, debemos responder con firmeza, desde la ética, desde el conocimiento y desde los derechos humanos, y en este caso, de los derechos de las personas con discapacidad.
Porque si hay algo que ofende más que el prejuicio, es el silencio que lo permite.

Natalia Simón
Directora del departamento de Filosofía, Antropología, Sociología y Estética de la UCLM




