Un método y millones de lectores: las cartillas ‘Micho’ que nacieron en Cuenca
Con motivo del Día de Castilla-La Mancha se reconoce a Felisa García, Pilar Martínez y María Isabel Sahuquillo, las creadoras de aquel modelo de lectoescritura nacido en 1981

Un método y millones de lectores: las cartillas ‘Micho’ que nacieron en Cuenca
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Cuenca
Probablemente sus nombres no digan mucho al gran público: Felisa García, Pilar Martínez y María Isabel Sahuquillo. Pero basta con mencionar la palabra Micho para que se encienda la chispa de la memoria de generaciones de españoles que aprendieron a leer con ese entrañable método.
Lo que muchos desconocen es que esas cartillas, que han acompañado el inicio lector de miles de niños desde 1981, nacieron de la vocación, la creatividad y el esfuerzo de tres maestras de Cuenca que, desde su aula, cambiaron la enseñanza de la lectura en España.
Este año, el Gobierno de Castilla-La Mancha les entrega el título de Hijas Predilectas en el acto institucional con motivo del Día de la Región que se celebra el 31 de mayo en Albacete.

Pilar Martínez, María Isabel Sahuquillo y Felisa García, de izquierda a derecha / Cadena SER

Pilar Martínez, María Isabel Sahuquillo y Felisa García, de izquierda a derecha / Cadena SER
El origen
“Nosotras no pensábamos en hacer un método, solo queríamos que nuestros alumnos aprendieran mejor y disfrutaran mientras lo hacían”, explicaba una de sus creadoras, Felisa García, en una entrevista junto a sus compañeras emitida en Hoy por Hoy Cuenca en abril de 2018.
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Corría el año 1973 cuando ella se incorporó como profesora al colegio Primo de Rivera de Cuenca, actual colegio de La Paz. Allí ya trabajaban Pilar Martínez y María Isabel Sahuquillo, y junto a otra compañera veterana, Emilia Cangarruelles, comenzaron a aplicar en las aulas el método onomatopéyico: una manera sensorial y lúdica de enseñar a leer que ponía énfasis en la relación entre el sonido y el símbolo, integrando dramatización, ritmo, juegos motores y canciones.
“La clase era un hervidero de actividad. Los niños dramatizaban, cantaban, se movían, y al mismo tiempo leían y escribían. Recuerdo que una inspectora, doña Celia de Anca, vino a vernos y nos dijo: ‘Es el mejor parvulario que he visto en toda la provincia. Esto merece editarse’”, recordaba Pilar Martínez. Fue aquella visita y el reconocimiento oficial lo que encendió la chispa que las llevaría a embarcarse en un proyecto editorial.
Un método propio
Pero no fue un camino fácil. Las maestras sabían que su método funcionaba, lo veían cada día en sus alumnos. Sin embargo, no existía ningún material editado que se ajustara a lo que ellas hacían en clase. “Teníamos que usar cartillas convencionales que no tenían nada que ver con lo que explicábamos. Aquello no tenía sentido. Decidimos que había que crear nuestro propio material, algo que reflejara exactamente lo que hacíamos”, contaba María Isabel Sahuquillo.
Así, entre recreos vigilando niños y charlas improvisadas en los pasillos, nació la idea de desarrollar un libro propio, un método estructurado, pero fiel al espíritu lúdico y vivencial de su enseñanza. Empezaron a escribir a editoriales: Vicens Vives, Hijos de Santiago Rodríguez… hasta llegar a Bruño, donde el marido de Pilar tenía contactos. “En uno de sus viajes a Madrid me fui con él y llevamos una muestra del método. Les gustó, pero querían ver más”, relataba Pilar.
La editorial Bruño, dirigida entonces por los Hermanos de La Salle, quiso asegurarse de que el material tenía una base pedagógica sólida. Las sometieron a una evaluación exhaustiva. No a ellas, sino a su trabajo. Y para comprobarlo, incluso visitaron sus aulas. “Vinieron a clase y vieron a los niños haciendo la moto, leyendo, jugando. Vieron que se lo pasaban bien y aprendían. Y les encantó”, recordaba Felisa.
En el verano de 1980 comenzaron las reuniones formales para preparar la edición. Repartieron tareas: Felisa se encargaba de los dibujos, Pilar de las letras, Maribel de redactar la fundamentación pedagógica. “Me inventé la casita de los gatos, el papá Micho en la moto amarilla, los gatitos Morito, Canelo y Michín, cada uno con un color distinto. Lo hacíamos todo a mano, con rotuladores y plastificadores. Era totalmente artesanal”, explicaba Felisa, con un orgullo que aún se percibe en su voz.
Un método nacido en las aulas
Pero no bastaba con la creatividad. Para convencer a la editorial y garantizar el rigor, María Isabel Sahuquillo se sumergió en manuales de psicología infantil, pedagogía y psicomotricidad. “Había que estructurar bien el desarrollo lector, adaptar cada fase del método al ritmo madurativo del niño. No podía ser solo bonito; tenía que estar fundamentado. Eso fue lo que más valoraron, que era un trabajo de aula, no de despacho”, contaba Sahuquillo.
La primera cartilla
Finalmente, en septiembre de 1981 se publicó la primera cartilla Micho. La editorial lanzó 100.000 ejemplares… y se agotaron. “Cuando vi el libro por primera vez no me lo podía creer. Me parecía mentira que hubiéramos sacado algo que gustaba tanto. Sentí una emoción inmensa”, confesaba Pilar.
Las profesoras se convirtieron, sin saberlo, en autoras de uno de los métodos de lectura más utilizados en España durante décadas. Pero ellas no se quedaron en el despacho. Recorrieron escuelas, mostraron el material, explicaron su uso. “Todas decían lo mismo: los niños se enganchaban porque estaba pensado para ellos, con color, con personajes que les gustaban, con ritmo”, contaba Felisa.
Una cartilla para varias generaciones
El secreto del éxito de Micho no estaba en su estética, aunque sus colores y dibujos ayudaban, sino en su origen: había nacido en el aula, con los pies en el suelo y los oídos atentos a los niños. “Eso fue clave. No era un producto editorial más. Era fruto de la experiencia, del ensayo y error, de la escucha activa”, afirmaba Sahuquillo.
Desde aquella primera edición hasta hoy, Micho ha evolucionado. Se han hecho versiones más modernas, más sofisticadas, pero muchas maestras aún prefieren la original. “El logotipo del Micho sigue siendo el más reconocido. Lo inventé yo. Y aunque ahora se hayan hecho otros más modernos, a los niños todavía les gusta más este”, decía Felisa.
El legado de estas tres profesoras no es solo un libro. Es la historia de cómo la dedicación, la pasión por la enseñanza y la convicción de que se puede innovar desde la escuela pública pueden cambiar la forma en que aprendemos. “Nunca imaginamos que aquel método que nació casi por necesidad se convertiría en algo tan grande”, concluía Pilar Martínez.
Hoy, más de cuarenta años después, Micho sigue presente en muchas aulas. Y, quizás sin saberlo, cuando un niño dice su primera palabra leída, lo hace siguiendo los pasos de aquel gato amarillo que un día tres maestras soñaron en una escuela de Cuenca.

Paco Auñón
Director y presentador del programa Hoy por Hoy Cuenca. Periodista y locutor conquense que ha desarrollado...




