Cuando la menopausia llama a tu puerta

Toledo (Toledo)

A punto de cumplir 49 años, llevo ya dos peleándome con la menopausia, bueno, mejor dicho, con la perimenopausia, aunque te reconozco que nunca antes había oído este término, así que cuando me lo dijo y explico la médica, me sentí sorprendida. Resulta que este proceso menopáusico pasa por tres fases. No me da ni mucho menos vergüenza reconocer en público mi desconocimiento ya que la menopausia ha sido socialmente, y durante mucho tiempo, un tema tabú.

La menopausia ha sido asociada a la vejez, enfermedad o incapacidad de las mujeres que, llegadas a esta etapa vital pareciera como que ya no se vale para nada, si bien la historia ha demostrado, y sigue haciéndolo, que eso no es así, sobretodo si tenemos en cuenta que muchas de nosotras llegamos a cierta estabilidad profesional a estas edades, por ejemplo y entre muchos otros indicadores.

Me alegra saber que esto de estigmatizar a las mujeres menopaúsicas, porque las cosas hay que llamarlas por su nombre, y sin miedo, se ha ido superando, al menos en algunos contextos. Las mujeres, al llegar a la menopausia, seguimos siendo útiles, seguimos siendo productivas, aunque no reproductivas y arrastremos ciertos cambios. Sin embargo, me duele leer o escuchar comentarios, sobretodo me duele los que vienen de otras mujeres, cuestionando los cuerpos, los hábitos y la forma de afrontar sus cambios. No todas sabemos, podemos o queremos enfrentarnos a nuestra realidad. No todos los cuerpos son iguales y mucho menos lo son los contextos y los momentos, por lo tanto, no todas lo sobrellevamos igual.

Todas tenemos sentimientos y espejos en casa, sentimos los cambios, que apenas entendemos, y no nos reconocemos al mirarnos.

Antes de comentar, de preguntar, de mirar de arriba abajo, recuerda que esa mujer puede estar en este momento vital marcado por el sobrepeso, la hinchazón, los cambios de humor o el aumento de cansancio. Que unas necesitaremos contarlo, otras llevarlo en silencio en la más estricta intimidad, unas lo llevamos peor, a otras apenas se las nota, pero todas necesitamos al menos que no nos juzguen y menos todavía que nos critiquen.

Las mujeres aguantamos los cánones de belleza, la norma social en la que crecemos, nos desarrollamos y maduramos. Y ya cuando alcanzas el ecuador de la vida lo que menos esperas y te apetece es ser cuestionada por tu físico, porque quizás, o seguramente, sea lo más visible de ti, pero no lo más importante a lo que te has tenido que enfrentar en todos estos años de vida.

Así que hoy reivindico más amor y empatía.

Que si no puedes sumar, al menos no restes.

Y te propongo el silencio, que en estos casos, siempre es una opción, y sobre todo, también practicarlo en otros contextos no menopáusicos como enfermedades, malestares o rupturas.