‘De puente a puente’, una ruta entre huertas y molinos en torno a Valeria

Cuenca

En el corazón de la provincia de Cuenca, el río Gritos no solo surca la tierra: también atraviesa la memoria de Valeria, un pequeño pueblo cargado de historia y naturaleza. Bajo esta premisa nace el proyecto De puente a puente, una ruta circular impulsada por el Ayuntamiento de Valeria y diseñada con la colaboración de la empresa Vestal Etnografía.

Con 7,6 kilómetros de recorrido, esta propuesta no es solo un itinerario turístico, sino una experiencia sensorial e histórica que conecta el pasado y el presente a través de un paisaje singular.

Tirso Moreno, de Vestal Etnografía y uno de los responsables del diseño interpretativo de la ruta, lo explica así: “Es una oportunidad para conocer la belleza natural, la importancia histórica y la memoria colectiva de Valeria”.

La ruta

La ruta comienza en la plaza Francisco Ruiz de Alarcón, bajo los aleros de la iglesia y el Ayuntamiento, y desde allí, se adentra en un itinerario que transcurre por eras, miradores, estrechos de roca, molinos, huertas y puentes centenarios.

Uno de los puntos más espectaculares es el estrecho del Canalón, una angosta garganta en la roca caliza donde, desde tiempos antiguos, se canalizaba el agua para regar huertas y mover molinos. “Las rocas parecen tocarse”, cuenta Moreno, “y en ellas hay tallado un caz que funcionaba como un acueducto rudimentario, quizá de origen romano”.

A medida que se desciende hacia el fondo de la hoz, el caminante entra en un universo de vegetación frondosa, con nogales, membrilleros, manzanos y el canto de mirlos y ruiseñores como banda sonora natural. Entre las sombras se revelan los restos de antiguos molinos harineros como el de Amós y el de Raíz, testigos de una economía local ligada al agua.

“En el Catastro de Ensenada de 1752 ya se menciona el Molino de Amós, a 700 pasos del pueblo”, apunta Tirso Moreno. Hoy, como tantos otros, es solo una ruina que guarda en sus piedras siglos de trabajo y vida rural.

El puente Romano

Uno de los momentos más simbólicos del trayecto es el cruce del Puente Romano, vestigio de la calzada que conectaba Valeria con las tierras manchegas. “Podría haber sido una de las primeras puertas de entrada a la sierra desde el sur”, señala Moreno, quien invita a reflexionar sobre “cuántos pasos habrá contado este puente a lo largo de los siglos”.

La ruta, de carácter circular, regresa por la margen opuesta del río, ahora más umbría y aún más fértil en biodiversidad y sorpresas geológicas. En este tramo, además de nuevos avistamientos de fauna y restos etnográficos, el sendero lleva de nuevo al estrecho del Canalón, que esta vez se atraviesa para encontrarse con el segundo gran protagonista del itinerario: el Puente de Chumillas.

La fuente de las Huertas

Desde allí, el camino se abre hacia los campos de cultivo y pinares en un paraje conocido como Los Vallejones, que conduce finalmente a uno de los enclaves más cargados de simbolismo: la Fuente de las Huertas. “Era un punto de encuentro entre personas, animales e insectos. El ‘ir por agua’ era una labor cotidiana y ancestral”, recuerda Moreno.

La ruta De puente a puente culmina de nuevo en el núcleo urbano, cerrando así un recorrido que es también un viaje por el tiempo. Sobre nuestras cabezas, en los páramos, vigila siempre la antigua ciudad romana de Valeria, con sus ruinas del foro, la muralla y la ermita de Santa Catalina. “Esas siluetas del pasado majestuoso nos recuerdan que este lugar fue, y sigue siendo, un enclave único entre historia y naturaleza”, concluye Tirso Moreno.

Valeria invita, así, a caminar no solo por sus sendas, sino por su memoria viva. Porque cada paso en este recorrido es también una forma de volver a escuchar el eco del río Gritos y del tiempo que sigue fluyendo, entre puentes, piedras y voces del pasado.