Emociones a granel, pensamiento en crisis

La mirada de Toledo: Emociones a granel, pensamiento en crisis (16/06/2025)
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Toledo (Toledo)
Vivimos en una época donde el “me emociona”, “me representa” o “me ofende” han sustituido a la pregunta por el contexto, el argumento o el matiz. En las redes sociales, basta un tuit de 280 caracteres o un vídeo de 10 segundos para generar una reacción colectiva, casi siempre emocional, casi nunca reflexiva, la velocidad manda, pero también lo hace la emoción.
Esto no significa que las emociones no importen, al contrario, son parte de nuestra humanidad y de nuestra forma de relacionarnos con el mundo. El problema es cuando se convierten en el único filtro posible, cuando ya no se trata de comprender, sino de reaccionar, de elegir rápidamente entre esto me gusta o esto me ofende, sin preguntarnos por qué. Y esto tiene consecuencias. En lo político, por ejemplo, vemos cómo los discursos se diseñan no tanto para argumentar, sino para generar afecto o rechazo inmediato. Lo importante no es el contenido, sino el impacto emocional. Se construyen enemigos simbólicos, se apela a identidades dolidas, se agita la sensibilidad colectiva, se habla menos de justicia y más de agravio, menos de propuestas y más de cómo me hace sentir esto.
También ocurre en el plano social y cultural. La hipersensibilidad se convierte a veces en censura, y otras en excusa para no escuchar, eso me incomoda, así que no quiero oírlo, eso no me representa, así que no tiene valor, es una lógica peligrosa, porque encierra a cada cual en su burbuja emocional. Y cuando todo se convierte en experiencia subjetiva irrefutable, desaparece el diálogo. Esta inflación emocional también agota, porque si todo es urgente, si todo es intenso, si todo hiere o exalta, ¿qué espacio queda para el pensamiento tranquilo? ¿Qué lugar para la ironía, la complejidad o incluso el desacuerdo sereno?
Quizás necesitamos volver a aprender a leer sin saltar, a escuchar sin interrumpirnos por dentro, a disentir sin sentirnos atacadas, recuperar la pausa como un acto político y la duda, como una forma de cuidado. No se trata de apagar las emociones, sino de no dejar que nos impidan pensar, porque una ciudadanía que solo reacciona no transforma y una sociedad que solo siente, sin pensar, acaba sintiéndose sola.

Natalia Simón
Directora del departamento de Filosofía, Antropología, Sociología y Estética de la UCLM




