"Podremos tener la nevera llena y un sofá comodísimo, pero el planeta empieza a estar demasiado sucio, deteriorado e inhabitable"
'¿Un diluvio universal?', la firma de opinión del catedrático de la UCLM y director del Jardín Botánico de Castilla-La Mancha, Pablo Ferrandis

'¿Un diluvio universal?', la firma de Pablo Ferrandis
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El museo vivo vegetal que es el Jardín Botánico de Castilla-La Mancha, en nuestra ciudad, reúne en torno a 29 mil plantas de unas 2.100 especies vegetales en sus colecciones, sobre una superficie de siete hectáreas. El conjunto conforma un jardín de extraordinaria belleza, que puede ser visitado, con entrada libre y gratuita, de martes a domingo, durante todo el año. En general, observo que la gente queda impresionada al pasear por sus instalaciones, envuelta por tanta diversidad vegetal.
Pero ¿y si les digo que las colecciones de plantas del jardín no son, ni mucho menos, el mayor repositorio de biodiversidad que custodiamos en la institución? El Jardín Botánico de Castilla-La Mancha alberga también un banco de germoplasma vegetal. Se trata de una colección de semillas de plantas silvestres, almacenadas bajo condiciones controladas de humedad y temperatura que aseguran su viabilidad durante miles de años. Es, pues, un almacén a largo plazo de semillas, que crece con cada campaña anual de recolección, focalizado en especies amenazadas, protegidas o endémicas. Recuerden que la cuenca mediterránea es uno de los territorios más ricos y críticos de biodiversidad del planeta. Llegado el caso, haremos germinar las semillas y produciremos plantas con las que ampliar poblaciones amenazadas en la naturaleza o reintroducir especies allí donde se extingan. En la biología de la conservación, este tipo de técnicas se agrupan en la modalidad “ex situ”, es decir, “conservación de las especies fuera de su hábitat natural”. En esencia, se asemejan a los programas de cría en cautividad y reintroducción del lince ibérico o el quebrantahuesos, que tanto éxito están teniendo en los últimos años. Actualmente, el banco de germoplasma del Jardín Botánico de Castilla-La Mancha, único en la región, almacena más de un millón de semillas viables, de casi 1.000 especies. Cada semilla corresponde potencialmente a una planta, por lo que resulta que en este banco tenemos 40 veces más plantas que las que hay en todas las colecciones vivas del jardín. Ya ven, prestamos un interesante servicio a la sociedad: el de evitar la pérdida de biodiversidad -en este caso, vegetal- en nuestro territorio.
¿Saben quién fue el primer personaje de la historia en utilizan las técnicas de conservación “ex situ” para salvaguardar la biodiversidad? Les doy una pista: su labor está documentada en un escrito milenario que sienta las bases culturales de media humanidad. ¿Lo han adivinado? Fue un hombre llamado Noé. Tal cual. Cuando pienso en este hecho, experimento sentimientos encontrados: por un lado, la satisfacción del trabajo hecho hasta ahora y en marcha, pues estamos asegurando la salvaguarda de una gran variedad de plantas genuinamente mediterráneas; pero por otro, la preocupación de tener que construir un arca similar a la de Noé, con la finalidad de salvar especies vegetales ante las amenazas globales que las acucian. Las plantas no tienen capacidad de desplazamiento, más allá de la dispersión de sus semillas, por lo que necesitarán muchas generaciones y, por tanto, demasiado tiempo para ponerse a salvo de los efectos de la degradación generalizada de los lugares donde habitan: el cambio climático, la pérdida y redistribución de insectos polinizadores, la erosión de suelos y reducción de su fertilidad, los incendios forestales -cada vez más extensos y devastadores-, la deforestación, o la invasión de especies exóticas a lo largo y ancho del mundo representan un lento, pero cada vez más acuciante “diluvio universal” para las plantas. Por no hablar de otros grupos biológicos.
Las sociedades avanzadas hemos alcanzado un nivel de bienestar material nunca antes visto en la historia de la humanidad. Y andamos todos “revolcaos” en el mismo cambalache de opulencia. Pero no lo olvidemos: este bienestar -y el de la gente que viene detrás- depende también de la salud del planeta. Podremos tener la nevera llena y un sofá comodísimo, pero la casa -nuestro “Oikos”- empieza a estar demasiado sucia, deteriorada e inhabitable. No trato de mandar un mensaje catastrofista -el miedo no sirve sino para paralizar la acción-, pero sí aprovechar la oportunidad que me ha brindado la Cadena SER esta temporada para llamar la atención sobre las consecuencias de la degradación ambiental y la responsabilidad que todos tenemos. Cada gesto cuenta. Y las decisiones de nuestros gobernantes también.
Cuídense mucho. Y cuidemos también nuestra casa, el oasis planetario donde vivimos. Atentamente se despide de ustedes este hombre que recolecta semillas a su Passo por la Tierra.

Pablo Ferrandis
Pablo Ferrandis Gotor (Albacete, 1966) es Catedrático en la Universidad de Castilla-La Mancha. Licenciado...




