"Valencia le puso el nombre de Sorolla. Cuenca, el de Fernando Zóbel. Y Málaga, la de la escritora Zambrano. Albacete le debe este reconocimiento a su más grande artista, Benjamín Palencia"

Este año se ha cumplido el 170 aniversario de la llegada del tren a Albacete. Un acontecimiento que cambiaría el futuro de la ciudad, convirtiéndose en un núcleo principal de comunicaciones, conectándose al eje Madrid, Alcazar, Chinchilla y La Encina, para distribuir el tráfico ferroviario al Levante español.

Esta situación de privilegio se mantuvo hasta que el presidente Pepe Bono se cargó la línea de Alcazar de San Juan para favorecer a Cuenca en el eje del nuevo AVE Madrid a Valencia, dejando un mero ramal a Alicante por Albacete y rebajando a la nada nuestra hasta entonces conexión privilegiada con Valencia.

La primera estación de tren fue inaugurada en 1855 y posteriormente una segunda en 1880 que estuvo en lo que hoy es el Parque lineal, frente al área que marcan las Dominicas y la mastodóntica edificación de la Pajarita. Yo recuerdo aquella vieja estación vagamente y muy de niño al ir a recoger con mis padres a algún familiar.

Luego en 1967 se inauguró la flamante nueva estación al retranquear las viejas vías de hierro hacia el cementerio, con idea de unirlas con el truncado proyecto de unión ferroviaria entre Andalucía y Valencia por Albacete a través del gran fiasco que fue la línea Baeza-Utiel. Por cierto, un fracaso para Albacete.

Aquella estación era elegante dentro de su estilo racionalista. Vino a inaugurarla en noviembre de 1967 un tecnócrata del gobierno de Franco, el llamado ministro eficacia, el ingeniero Federico Silva Muñoz. El mural del hall de taquillas era hermosísimo y la cafetería elegante y centro de meriendas en un Albacete en el que había pocas cafeterías con señorío salvo La Suiza, Milán o Plácido.

Aquella estación coqueta, entrañable, de ladrillo visto, la llevo en mi corazón. Fueron muchas las despedidas y las llegadas de mis seres queridos a pie de un andén entonces libre de acceso para viajeros y acompañantes. Incluso, con cuidado, se podía hasta cruzar las vías.

Vías en las que reposaban viejas máquinas de carbón que expulsaban vapor en altos sumideros de hierro. Estación con vendedores de cuchillos, con estanco, local de la policía armada y enfrente el puesto del cuerpo de ferroviarios militares, donde hizo la mili Carlos Herrera.

Aquella estación tenía su personalidad y fue muy famosa en toda España por su intenso tráfico de trenes diurnos y nocturnos como el Rápido , el Ter, el Correo, el Sevillano o el Cordobés, estos últimos caminos hacia Cataluña.

Un hito fue la electrificación de la línea Madrid a Albacete y la llegada del primer Intercity a nuestra ciudad en 1979 que luego continuaría un año más tarde hasta Valencia. Fue el primer electrotrén basculante y aerodinámico, conocido como “Platanito” por su librea amarilla, alcanzando los 200 km hora. El presidente de la Camara, Vicente Mompó, el gobernador civil de la UCD, Juan José Barco, el mejor gobernador centrista que tuvo Albacete y los diputados ucederos Paco Risueño y Juana Arce fueron claves en este hito.

En 2009 levantaron la nueva estación, fea, fría, sin vida y desagradable muchas veces por el trato despersonalizado. De hecho, muchos locales siguen vacíos y sin comercializar. Arriba pusieron unos cines y bautizaron a esta estación como Vialia (que era la comercializadora de Adif) Los Llanos.

Desde aquí me sumo con entusiasmo a la iniciativa del presidente de la diputación Santiago Cabañero de añadir el nombre de Benjamín Palencia, nuestro más gran pintor, generoso donante de casi toda su obra a Albacete, para que figure su nombre llamándose estación Los Llanos Benjamín Palencia.

Valencia le puso el nombre de Sorolla. Cuenca el del artista Fernando Zóbel y Málaga la de la escritora Zambrano.

Ahora, Albacete le debe este reconocimiento a su más grande artista, Benjamín Palencia.