El crimen que estremeció a Cuenca: diez años del asesinato de Marina y Laura

Cuenca

La tarde del 6 de agosto de 2015 marcó para siempre la historia reciente de Cuenca. Marina Okarinska y Laura del Hoyo, dos jóvenes de 26 y 24 años respectivamente, desaparecieron alrededor de las 17:30 horas sin dejar rastro.

Lo que en un primer momento se percibió como una inquietante desaparición pronto se convirtió en uno de los crímenes más estremecedores de los últimos años en España.

Desde el primer instante, la policía sospechó que algo grave había ocurrido. Francisco Sánchez, entonces jefe de la Brigada de Policía Judicial en Cuenca, lideró las primeras pesquisas. La gravedad del caso obligó a activar rápidamente a la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV), que se trasladó a Cuenca para reconstruir con urgencia las últimas horas de las jóvenes.

Tres desaparecidos

En paralelo, comenzaba a perfilarse un nombre clave en la investigación: Sergio Morate, exnovio de Marina. Su desaparición, simultánea a la de las chicas, levantó todas las alarmas. Fue la denuncia conjunta de las madres, las de las víctimas y la del propio Morate, la que permitió a los agentes enfocar las primeras líneas de actuación. Javier Chamón, portavoz de la familia de Laura, recordaba esos días cómo “los indicios apuntaban claramente a una desaparición no voluntaria”.

La labor policial fue frenética. Se analizaron llamadas, movimientos telefónicos, cámaras de seguridad... Y una pista resultó decisiva: el teléfono de Sergio Morate fue localizado en Portbou (Girona), lo que hizo pensar en una posible huida por la frontera francesa.

La investigación dio un giro relevante al hallarse en el domicilio de Morate una bolsa con bridas y cuerdas. Aunque no había señales evidentes de violencia.

Una cita en el piso del exnovio

Marina había sido citada por su expareja para recoger sus pertenencias, y le pidió a su amiga Laura que la acompañara. María Chacón, madre de Laura, lo relató así: “Marina llamó a mi hija para que la acompañara a casa de su exnovio. Solo quería recoger ropa. Nadie podía imaginar lo que iba a pasar”.

En su piso, Sergio Morate asesinó a Marina por asfixia con bridas. Luego, mató a Laura mediante estrangulamiento, tras un forcejeo en el que sufrió varios golpes. Su objetivo: no dejar testigos. Mientras tanto, la ciudad de Cuenca se movilizaba. La presión mediática era inmensa, las redes sociales ardían y cientos de vecinos se unían a las batidas y colocaban carteles con las fotos de las jóvenes.

Aparecen los cuerpos

El 12 de agosto, seis días después de la desaparición, el hallazgo de los cuerpos confirmó lo peor. Fue un ciclista quien encontró los cadáveres semienterrados bajo cal viva en una zona boscosa cercana al río Huécar, en el término municipal de Palomera. Un paraje familiar para Morate, cuya familia tenía relación con la zona. Irónicamente, días antes, familiares y voluntarios habían pasado a escasos 50 metros del lugar en una de las batidas de búsqueda.

Todo coincidía con una concentración de más de 4.000 personas en la Plaza de España de Cuenca en apoyo a las familias. La ciudad entera quedó conmocionada.

Huida por Europa

Mientras tanto, el asesino huía por Europa. Tras cruzar Francia, llegó a Rumanía, donde fue localizado el 13 de agosto en casa de un antiguo amigo al que conoció en una estancia anterior en la cárcel en España. Morate no ofreció resistencia al ser detenido en la ciudad de Lugoj. La cooperación entre Interpol, la Policía española y la rumana fue clave para su captura. El entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, destacó “la rapidez y eficacia de la operación”.

La extradición

El 5 de septiembre de 2015, Sergio Morate fue extraditado a España. Temía, según su defensa, no tener un juicio justo por la presión mediática, pero las autoridades españolas garantizaron sus derechos.

Finalmente, el juicio se celebró en la Audiencia Provincial de Cuenca dos años después, en noviembre de 2017. Fue condenado a 48 años de prisión: 25 por el asesinato de Marina, con agravantes de género y parentesco, y 23 por el de Laura, con el agravante de abuso de autoridad.

Ahora, una década después, un memorial en el Paseo del Huécar de Cuenca recuerda a Marina y Laura. Sus nombres siguen vivos en la memoria colectiva de la ciudad. Aquel crimen dejó una profunda huella en los conquenses, que nunca han olvidado a las dos amigas que aquel verano solo querían vivir.