Plaza de España de Cuenca: corazón urbano entre historia y cotidianeidad

Cuenca

La Plaza de España de Cuenca se abre como un gran respiro en medio de la zona baja de la ciudad. A diferencia de la Plaza Mayor, que corona el casco antiguo en lo alto del promontorio rocoso rodeado por las hoces del Júcar y el Huécar, este espacio nació con la expansión urbana del siglo XIX, cuando las murallas medievales quedaron atrás y Cuenca creció más allá de sus primeros arrabales.

Muy cerca, aún se oye el rumor del río Huécar, que discurre por la calle de los Tintes, heredera de un pasado textil en el que tintoreros y artesanos aprovechaban sus aguas para el teñido de lanas y telas.

La plaza se organiza en tres niveles. En el más bajo, un pequeño jardín con zona infantil acoge el bullicio de los niños y el descanso de las familias. El nivel intermedio, más amplio y despejado, se estructura en torno a una gran fuente circular rodeada de parterres y bancos. Un tercer espacio se asoma a una calle lateral, dando continuidad al tránsito urbano. Aunque oficialmente es una única plaza, está delimitada por cuatro vías: Fray Luis de León, Juan Correcher, Gregorio Catalán Valero y el frente ocupado por el mercado municipal, hoy clausurado y vallado por su estado de ruina.

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Frente a la fuente, las palomas son las verdaderas inquilinas permanentes. Los chorros dan paso al revoloteo de estas aves que encuentran aquí un refugio constante. No obstante, este mismo lugar se convierte en escenario de celebraciones: la afición de la Unión Balompédica Conquense, seguidores de la selección española o de otros equipos acuden a festejar aquí sus victorias. Cada primavera, la plaza cambia de cara con la feria del libro, cuando libreros y editoriales llenan su perímetro con casetas abiertas hacia el centro, convirtiendo el espacio en un pequeño salón literario al aire libre.

Los vecinos, como Antonio, la recorren a diario. Él, acompañado de su perro Federico, o Fede, la define como “muy bonita y confortable, una plaza multiusos adornada con una fuente preciosa”. Otros, como un hombre que espera bajo la sombra de los árboles, apuntan a la necesidad de una reforma integral: “Hay mucho terreno, pero no se sabe aprovechar”.

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Rodeada de edificios históricos

El entorno de la plaza cuenta con una arquitectura que refleja distintos momentos de la historia reciente de Cuenca. En la calle Gregorio Catalán Valero se levanta el antiguo edificio de la Caja de Ahorros de Cuenca y Ciudad Real, más tarde sede de la Caja de Castilla-La Mancha y hoy ocupado por Unicaja. En otro lateral, la subdelegación del Gobierno, antes Gobierno Civil, impone su presencia con una fachada de columnas. Entre ambos, el edificio de los sindicatos permanece cerrado a la espera de un uso. Y en Fray Luis de León, popularmente llamada calle del Agua, pequeñas tiendas resisten en una vía que algunos asocian a las antiguas crecidas del Huécar.

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No todo en la plaza es reposo o comercio. La cercanía a la calle Doctor Galíndez, la calle por antonomasia para los conquenses, epicentro del ocio nocturno, la convierte en punto de encuentro nocturno, incluso para botellones, pese a la prohibición legal.

En el nivel inferior, junto al parque infantil, se cruzan historias como la de María, que visita Cuenca con su hija. Entre columpios y toboganes, relata que están de vacaciones y que, tras recorrer las Casas Colgadas, planean visitar la Ciudad Encantada y el Nacimiento del río Cuervo. “Con niños hay que parar en parques, que se desahoguen y se cansen”, sonríe.

Bajo sus tres niveles visibles, la Plaza de España esconde un aparcamiento subterráneo que resuelve parte de las necesidades de estacionamiento en el centro. Su ubicación, al lado de la calle Carretería, arteria comercial y peatonal, la sitúa como una pieza clave de la vida urbana.

Más allá de su arquitectura o su historia, la plaza es, sobre todo, un escenario cotidiano: lugar de paso, de encuentro, de descanso y de celebración. Un espacio donde la vida de Cuenca late a ras de suelo, entre el vuelo de las palomas, la sombra de los árboles y las voces de quienes la habitan.