La curiosa tradición de los recién casados en Villarrubia de los Ojos: Se "van de tortas"
Desde hace más de cien años, los novios recorren Villarrubia en un remolque repartiendo tortas, y acaban embadurnados en harina

Villarrubia de los Ojos
En un mundo donde las bodas se han convertido en grandes festivales, un pueblo de la provincia de Ciudad Real, Villarrubia de los Ojos, mantiene viva una tradición nupcial tan peculiar como centenaria: el "ir de tortas".
Esta costumbre, que combina la gastronomía, la comunidad y una buena dosis de humor, ha sido un pilar en la celebración de futuros matrimonios por más de cien años.
Del horno al remolque: una tradición que evoluciona
La tradición, según relata Francisco Redondo, un recién casado del pueblo, comenzó como una forma de celebrar la unión con sus vecinos y amigos más cercanos. Antiguamente, las mujeres de la familia de la novia, incluidas abuelas, madres y tías, se reunían en la panadería, en plena madrugada para hornear las tortas y preparar un refresco de limón. Estos dulces se repartían luego por todo el pueblo.
"Por lo que he hablado con las personas más mayores de la familia, creo que esta tradición se inició por la falta de recursos que tenían antiguamente para celebrar con la familia, vecinos y amistades más cercanas", explica Fran. De hecho, una prima de su madre, de más de 70 años, recuerda a su propio padre haciendo esta tradición, lo que sitúa sus orígenes hace más de un siglo.
Con el tiempo, la costumbre se ha modernizado. Ahora, las tortas ya no se elaboran en la panadería por cuestiones de sanidad. Sin embargo, la esencia del "ir de tortas" se mantiene: la pareja, junto a amigos y familiares, se sube a un remolque arrastrado por un tractor, cargado de tortas para repartir.


Un baño de harina como ritual
Pero la verdadera clave de esta tradición es el ritual de la harina. Mientras reparten las tortas por las calles del pueblo, la novia, el novio y sus acompañantes acaban "embadurnados" de harina, que se arrojan mutuamente para sellar la celebración. "Todo el que va a las tortas tiene que acabar blanco", afirma Fran. Aunque se usen gafas y sombreros para protegerse, la harina impregna a todos, en una jornada de risas entre amigos.
La tradición se ha consolidado como un momento de preboda. Aunque no todas las parejas optan por ella, quienes lo hacen, como Fran y su esposa Paula, lo tienen claro. "Nos casamos una vez y queríamos disfrutarlo con nuestros seres queridos al máximo. Tenía que haber tortas ese día", afirma.
Un pueblo en auge nupcial
Curiosamente, el "ir de tortas" vive un momento de resurgimiento gracias a un "boom" de bodas en el pueblo. Según Fran, es difícil que pase un fin de semana de verano sin que haya una celebración, y a veces, incluso hay dos por día en los salones locales. Esto sugiere que los jóvenes, o al menos muchos de ellos, deciden quedarse en Villarrubia de los Ojos o casarse allí.
Aunque no hay una superstición confirmada, algunos vecinos sugieren que la novia que hace las tortas trae buena suerte al matrimonio.

José Luis Fernández Martín
Redactor en SER Alcázar. Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos...




