Cuando España vuelve a arrancar

Talavera de la Reina

La vuelta al cole es ese momento extraño en el que conviven dos sentimientos opuestos. Por un lado, la ilusión de los niños que corren a reencontrarse con sus amigos, estrenan estuches relucientes y cuadernos que todavía huelen a nuevo. Por otro, los suspiros de quienes hubieran firmado un verano eterno, con deberes prohibidos por decreto y despertadores desterrados para siempre.

Pero ojo, la Vuelta al Colegio no es solo cosa de aulas y pupitres. Es también la vuelta de todo un país al movimiento: los atascos de buena mañana, los autobuses escolares que reaparecen como si hubieran estado hibernando, los semáforos que vuelven a sufrir con tanta prisa.

Las cafeterías recuperan a sus clientes de “café para llevar”, las papelerías hacen su agosto en septiembre y las carreteras parecen convencidas de que todo el mundo empieza a trabajar exactamente a la misma hora.

Así que aquí estamos, con ilusión, con sueño, con ganas y sin ellas, todo mezclado. Y aunque digamos con la boca pequeña que no quiero empezar, sabemos que volver a ver a los alumnos, trabajadores y a nuestros compañeros, nos va a dar la energía que ni tres cafés logran.

En el fondo, la Vuelta al Cole —y al trabajo, y a todo— es como esa canción que empieza lenta y de repente se convierte en un temazo: primero protestas, luego te ríes… y al final, acabas bailando.