Mira recupera la sonrisa tras la dana con los talleres de Cruz Roja Cuenca

Cuenca

El pasado 30 de octubre, la localidad conquense de Mira sufrió con dureza las consecuencias de la dana. Las lluvias torrenciales acabaron con la vida de una persona y provocaron graves daños materiales. Además, dejaron tras de sí un profundo impacto emocional, especialmente entre las personas mayores, uno de los colectivos más vulnerables en situaciones de emergencia.

Para acompañarles en la recuperación, Cruz Roja puso en marcha un taller de bienestar emocional que, en menos de un año, se ha convertido en un espacio imprescindible de apoyo, compañía y resiliencia.

“La dana dejó heridas muy visibles, pero también otras invisibles, ligadas al miedo, la tristeza y la incertidumbre”, explica María Escribano, técnica de Cruz Roja en la Asamblea Local de Minglanilla y responsable de la actividad. “Detectamos que las personas mayores necesitaban algo más que ayuda material: precisaban un lugar seguro donde sentirse escuchadas y acompañadas. De ahí nació este taller, concebido no como algo puntual, sino como un proceso continuado”.

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Encuentros semanales

El formato elegido fue un encuentro semanal en el centro social de la localidad, que pronto se convirtió en un punto de referencia. El éxito fue inmediato: en apenas dos meses la participación se duplicó. “Ha sido el boca a boca el que ha hecho crecer al grupo”, explica Escribano. “Cuando alguien encuentra un espacio que le aporta bienestar, lo recomienda. Además, conforme el grupo fue creciendo, la energía positiva también aumentó, y eso animó a más personas a unirse”.

El buen ambiente llevó a ampliar la actividad a dos días por semana. Los martes se desarrollan dinámicas de memoria y ejercicios para estimular la mente; los miércoles, gimnasia adaptada y actividades de socialización. “Queríamos que las sesiones equilibrasen cuerpo y mente, que cada encuentro aportase algo distinto y enriquecedor”, señala la técnica.

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Historias de superación

Entre los participantes destacan historias personales que muestran la dimensión de este espacio. Amelia, una mujer de 82 años que perdió parte de su vivienda en la nana, acude cada semana con ilusión. Para ella, el taller es “un lugar de alegría y compañía, una cita que espera con ganas porque le ayuda a sobrellevar la tristeza y a sentirse arropada”.

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Otro ejemplo es Manuel, el único hombre del grupo. Aunque su casa no sufrió daños, se apuntó desde el primer día. Ha mejorado notablemente en los ejercicios de memoria y se ha convertido en un motor de motivación. “Manuel es un reflejo del impacto positivo de las actividades. Su esfuerzo y constancia inspiran al resto”, comenta Escribano.

Pero lo más revelador son los testimonios directos de los asistentes. Una de las participantes asegura que el taller “descongestiona la mente y nos permite estar bien aquí, sociabilizando con todo el pueblo”. Otra añade: “Es especial, porque pasamos un rato en compañía y trabajamos la memoria, que a veces está hecha polvo”.

El grupo celebra especialmente haber conseguido ampliar los encuentros a dos días. “Estamos dos horas y lo pasamos muy bien. Nuestro cuerpo y nuestra mente lo van notando”, resume una de las asistentes.

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Recuperar la risa

María Escribano recuerda con claridad la primera sesión: “Las lágrimas se caían solas, había mucha tristeza y silencio. Pero con el paso de los días todo cambió: hoy lo que más destaco son las sonrisas y las carcajadas. Ese es el mayor indicador de que vamos por buen camino”.

Los beneficios, subraya, no son solo emocionales: “Se nota en su calidad de vida, en la vitalidad, en la forma en que se relacionan entre ellos y con su entorno”.

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Un esfuerzo compartido

El taller es posible gracias a la suma de esfuerzos. Cruz Roja coordina la iniciativa, con el apoyo del Ayuntamiento de Mira que ha cedido el espacio, la Junta de Comunidades y la Fundación Globalcaja, que ha aportado financiación. Además, decenas de personas voluntarias se han implicado desde el primer momento tras la emergencia.

“Sin esta colaboración conjunta nada de esto sería posible”, recalca Escribano. “Aquí se unen voluntades, recursos y mucha humanidad para dar una respuesta real a quienes más lo necesitan”.