Durkheim y la vigencia de El Suicidio
Necesitamos combatir los discursos que trivializan el sufrimiento o que siguen asociando pedir ayuda con debilidad

La mirada de Toledo: Durkheim y la vigencia del suicidio (16/09/2025)
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Toledo (Toledo)
El pasado 10 de septiembre se conmemoró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. Una fecha que nos recuerda algo fundamental, el suicidio no es solo un problema individual, sino un reto social y colectivo. En España, cada año, alrededor de 4.000 personas mueren por esta causa, lo que significa que cada día se suicidan más de diez personas en nuestro país. Una cifra que supera a las muertes por accidentes de tráfico y que, sin embargo, sigue estando rodeada de silencio y estigmas.
Hablar de suicidio es difícil, pero necesario. El silencio nunca ha protegido a nadie, al contrario, abre espacios de soledad y de incomprensión. La idea de que, si hablamos del suicidio, incitamos a cometerlo, es un mito, el diálogo responsable y empático contribuye a su prevención, porque rompe el aislamiento de quienes están sufriendo y muestra que pedir ayuda es posible.
El suicidio es complejo y no tiene una única causa. Claro que está relacionado con trastornos de salud mental como la depresión, la ansiedad o los problemas de adicciones, pero también se vincula con factores sociales y económicos, como la precariedad laboral, la falta de oportunidades, la discriminación, el acoso, o la soledad no deseada.
Hace ya más de un siglo, Émile Durkheim, uno de los padres de la sociología, publicó una obra fundamental titulada El suicidio. En ella demostró que este fenómeno no podía entenderse solo desde la psicología individual, sino también como un hecho social. Analizó cómo los niveles de integración y regulación en la sociedad influyen en las tasas de suicidio, demasiado aislamiento o, por el contrario, una presión social excesiva, pueden llevar a la persona a quitarse la vida. La lección de Durkheim sigue siendo vigente, el suicidio no es únicamente una cuestión privada, es también un espejo de nuestra sociedad y de los vínculos que tejemos.
El suicidio, además, tiene un impacto enorme en quienes rodean a la persona que lo comete, por eso, la prevención no es solo tarea de profesionales, sino de toda la sociedad. A veces basta con escuchar, con preguntar sin juzgar, con acompañar en silencio. Un gesto de cercanía puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Obviamente, también necesitamos políticas públicas que pongan la salud mental en el centro. Invertir en más recursos accesibles, en más profesionales, en más campañas de sensibilización, en más programas educativos que enseñen a gestionar emociones y a pedir ayuda, pero también necesitamos más empleo digno, vivienda accesible, sueldos más generosos. Y necesitamos, mucho más, combatir los discursos que trivializan el sufrimiento o que siguen asociando pedir ayuda con debilidad.
Sinceramente, creo que la realidad es justo la contraria, reconocer que necesitamos apoyo es un acto de valentía y de fortaleza.

Natalia Simón
Directora del departamento de Filosofía, Antropología, Sociología y Estética de la UCLM




