"Cuando perdemos la capacidad de manifestarnos públicamente, se debilita el sistema democrático y se limita la rendición de cuentas de los gobiernos"

En algunos países se tiene miedo a manifestarse libremente, primero el miedo a significarse por algo en lo que crees sin equidistancias y luego la inseguridad o el miedo a las represalias institucionales o simplemente el miedo a no volver a casa.

Cuando se dice que estamos dando pasos hacia atrás y que estamos volviendo a sistemas donde se permite ser atacado o encarcelado por tus ideas, parece que hablaramos de películas en blanco y negro, pero lamentablmente no es así. Y esto es muy peligroso.

“El derecho a la protesta ha sido una de las herramientas clave para garantizar que la ciudadanía pueda expresar su desacuerdo con las políticas gubernamentales, exigir cambios y luchar por sus derechos. Sin embargo, en los últimos años nos enfrentamos a una situación alarmante: este derecho está siendo cada vez más restringido en toda Europa.

De acuerdo con el análisis hecho por Amnistía Internacional, 21 países europeos han implementado medidas que socavan o limitan la posibilidad de ejercer este derecho fundamental, de entre los cuales se encuentran España, Francia, Alemania y Polonia entre otros.

En algunos países, los gobiernos están promulgando leyes que facilitan el control y la represión de las protestas bajo el pretexto de garantizar la "seguridad pública" o el "orden público". En otros casos, se recurre a tácticas violentas, con el uso desproporcionado de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad para dispersar a las y los manifestantes.

Las autoridades han comenzado a etiquetar a los manifestantes como "agresores" o "terroristas", lo que no solo pone en peligro la seguridad de los participantes, sino que también alimenta una narrativa de miedo y represión”.

Se utilizan gases lacrimógenos, balas de goma, cañones de agua lo que supone una alarma mundial sobre la falta de proporcionalidad en la respuesta de las autoridades en el marco de las manifestaciones, y también se limitan permisos, duración, número de participantes o se condicionan los lugares dónde poder manifestarse.

Y mientras leo informes y reflexiono frente a esta situación que he podido vivir en diferentes países en primera persona una especie de escalofrío y temor me recorre por todo el cuerpo, yo que siempre me he sentido libre de ser y estar, de opinar y decidir, agradeciendo a todas y todos los que nos antecedieron por haber logrado esta serie de derechos que nos ponen como sociedad en igualdad de condiciones.

“Cuando la ciudadanía pierde la capacidad de manifestarse públicamente, se debilita el sistema democrático y se limita la rendición de cuentas de los gobiernos. Las protestas son una forma de expresión y una herramienta legítima para presionar a las autoridades a actuar con justicia, visibilizar injusticias y defender los derechos humanos.

Como indica el informe de Amnistía Internacional el derecho a la protesta no es negociable. No se trata de un favor que los gobiernos nos otorgan, sino de un derecho fundamental que debemos exigir, proteger y defender en todo momento. Una sociedad sin protesta es una sociedad sin medios efectivos para corregir las injusticias”.

Sentirnos libres de ser y opinar en nuestros espacios de trabajo, con nuestra familia o nuestras amistades nos hace crecer como personas y aprender, en lo público sucede exactamente lo mismo.

El derecho a la protesta es un derecho de todas y todos, que nos permite opinar, defender y exigir. Estos atisbos de autoritarismo nos ponen en peligro como sociedad a todos sin distinciones ni etiquetas y lanzan un mensaje equivocado a quienes nos vienen detrás.