"En ecología existe el principio de exclusión competitiva, que pronostica la desaparición de un ser vivo cuando lucha con otro por los mismos recursos"
'La unión hace la fuerza', la firma de opinión del investigador, catedrático de la UCLM y director del Jardín Botánico de Castilla-La Mancha, Pablo Ferrandis
'La unión hace la fuerza', la firma de Pablo Ferrandis
“Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también”. Así comienza la letra del famoso tango “Cambalache”, de Enrique Santos Discépolo. “No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao” … Lo que viene a decir la canción, con una lucidez exquisita, es que las crisis, injusticias y corrupción han acompañado a la humanidad a lo largo de toda su historia. Muchos lo llaman selección natural, en un ejercicio, a mi entender, de banalización. Ya saben, el mecanismo universal que describió Darwin en el siglo XIX para explicar el origen de las especies: el éxito del más apto según qué circunstancias, en lucha continua por la supervivencia frente a la competencia por los recursos, el ataque de los depredadores, cuando no las crisis climáticas o hecatombes varias que han afectado a la Tierra en su historia geológica. Para rematar el panorama, en ecología existe el principio de exclusión competitiva, por el cual se pronostica que cuando se lucha por los mismos recursos, uno de los competidores desaparecerá irremediablemente.
Sin embargo, a los biólogos naturalistas siempre les ha llamado la atención la enorme diversidad de especies que son capaces de convivir en buena parte de los ecosistemas. Ya lo decían los grandes ecólogos, como Ramón Margalef, que, según el planteamiento teórico de confrontación constante, no salían las cuentas. Recientemente, un equipo internacional de 23 científicos hemos publicado un trabajo en el que demostramos que, en la naturaleza, las especies débiles forman con frecuencia nódulos de cooperación, de tal manera que son capaces de vivir a pesar de la competencia y otras presiones a las que las someten las fortachonas. El corolario de esta historia es que la unión hace la fuerza. Más del noventa por ciento de las plantas se asocian con hongos en sus raíces, obteniendo ambos grupos beneficios, sobre todo relacionados con la nutrición. Las plantas con flor y los insectos han coevolucionado juntos a lo largo de millones de años, para continuar con ese “toma y daca” fundamental en la reproducción de unas y la alimentación de otros. Hay hormigas que defienden a los pulgones de sus depredadores, pues recolectan la melaza que excretan estos bichitos tan molestos para la agricultura. En el cuerpo humano, hay más bacterias que células propias. ¿Cómo, si no, digerir los alimentos que tomamos? Hay, además, seres vivos, que, sin obtener beneficio, facilitan la vida a otros. Pensemos en el matorral que da sombra, durante el duro verano manchego, a las pequeñas hierbas que crecen a su alrededor. O en la leguminosa que, gracias a su colaboración con algunas bacterias, enriquece el suelo del nitrógeno que podrán aprovechar otras plantas para nutrirse. Hay millones de ejemplos en la naturaleza. Así es como se explica la enorme biodiversidad de los ecosistemas.
Cuando veo las noticias -las de antes y, qué duda cabe, las de ahora- pienso que este mundo es un cambalache sin remedio y que la humanidad terminará por extinguirse. Aunque, a decir verdad, en las noticias nos informan mayoritariamente de los acontecimientos que generan malas, cuando no, nefastas consecuencias. Es como si solo nos explicaran la competencia o la depredación en la naturaleza. Nos hablan muy poco, sin embargo, de las interacciones positivas entre los humanos, esa red cotidiana y multitudinaria de bondad que nos salva día tras día: la madre que amamanta y cuida de su hijo, el amigo que te defiende en el patio del colegio, la tienda que te fía, el vecino que te deja sal para para los huevos fritos -pues de todos es sabido que unos huevos fritos sin sal no son tales-, o la persona que perdona una afrenta. Al igual que sucede en los ecosistemas, es esta red de cooperación silenciosa la que impulsa la coexistencia. Cuando reflexiono sobre ello, pienso que quizá esté equivocado y que la humanidad tendrá continuidad. Eso sí, siempre que la gran mayoría de nosotros apostemos por participar en estos nódulos de relaciones positivas. Es una de tantas lecciones que ofrece la naturaleza.
Atentamente les saluda, Pablo de Passo.
Pablo Ferrandis
Pablo Ferrandis Gotor (Albacete, 1966) es Catedrático...Pablo Ferrandis Gotor (Albacete, 1966) es Catedrático en la Universidad de Castilla-La Mancha. Licenciado (Universidad de Valencia) y Doctor (Universidad de Murcia) en Ciencias Biológicas.