Y que por lo visto... Aurelio de León

Talavera de la Reina

Y que, por lo visto, Aurelio de León ha cumplido 98 años con una mente joven en un cuerpo viejo. Cura por vocación, fue seminarista preconciliar y sacerdote rabiosamente postconciliar. Creo que esa mirada juvenil hacia el mundo se lo debe a que ha preferido siempre a las buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan antes que a la mala gente que va apestando la tierra.

A Aurelio, hoy, le tributan un homenaje más de esos que tiene tan merecidos. El Festival Internacional de Cine de Talavera va a colocarle entre sus figuras favoritas. No yerran al hacerlo porque este sacerdote es un hombre que nació predestinado a hacer mejores a los hombres, incluso a aquellos que siempre miraron mal su intransigente labor de predicar dando trigo.

Los que intentaron sembrar su campo de cizaña para ver si fracasaba la cosecha. Se las tuvo con el cardenal Marcelo, que no cejó hasta expulsarle de la parroquia de San Andrés o con Blas Piñar que denunció su manera de entender la misión espiritual tan terrenal que cultivaba.

Aurelio es una rareza ya en la Iglesia de Talavera por no decir en la Iglesia española. Aquel núcleo que formó en San Andrés con Antonio Zapero y Arturo Cañizares es ya sólo un melancólico recuerdo de otro tiempo y de otro país. Zapero colgó los hábitos y marchó a estudiar a Alemania y Arturo hizo lo mismo para casarse. Se quedó Aurelio solo en la Puerta de Cuartos, un barrio que le ha agradecido lo mucho y bueno que hizo.

De Aurelio va a quedar la materialidad de su obra material, fundamentalmente sus cooperativas de viviendas que resistirán el paso del tiempo. Pero va a quedar un legado más intangible, más sutil: su espiritualidad mezcla de su amor por la Virgen y por Jesucristo, su predilección por el Evangelio de la esperanza antes que el Antiguo Testamento de la venganza y la preocupación por aparecer ante Dios a dar cuenta de por qué ha dedicado tanto tiempo a enseñar a los hombres a hacer el bien.

Vamos, circulen.