"Durante décadas he sentido que mi patria era donde viven mis amigos. Desde el sábado tengo claro que mi patria son mis compañeros y amigas"

En Albacete, hace exactamente 48 horas, cumplimos 50 años (medio siglo, que se dice pronto) del inicio de un proceso que es parte de lo que Unamuno llamaría la intrahistoria de nuestra ciudad. La intrahistoria la forman hechos aparentemente insignificantes, pero que prefiguran el futuro. Por eso, conocer la intrahistoria es tan importante… tan importante como infrecuente, ya que la aparente insignificancia social de las personas que la protagonizan hace que se ignore y olvide.

Según la historia oficial, la Universidad Laboral de Albacete la inauguró un ministro del gobierno de la dictadura franquista un 11 de octubre. Pero los alumnos nos vimos por primera vez el 4 de octubre de 1975, y ese fue el inicio de un proceso único y singular: y es que sólo en esa primera promoción pudimos experimentar con 14 años, lo que habitualmente se experimenta con la mayoría de edad al entrar a la universidad: llegar a un lugar totalmente diferente, con personas que proceden de tantos lugares distintos y distantes, convivir juntos cinco o seis días de la semana y, en el caso de los internos, todos los días. En los años siguientes ya no hubo tanta diversidad de procedencias porque en la Laboral de Cheste se implantó el Bachillerato y ya no tuvieron que venir aquí.

Hace 48 horas, 50 años después, pudimos volver a encontrarnos casi 30 de los 416 estudiantes que iniciamos juntos, hace medio siglo, algo único. Nos sentíamos especiales por muchos motivos objetivos frente al resto de institutos y estudiantes de la ciudad. Pero, sobre todo, nos caracterizamos por construir una comunidad de iguales que fue refugio protector para muchas de nosotras y, sobre todo, una experiencia de resistencia, escuela de movilización y lucha por la libertad. No son exageraciones, y les pongo solo uno entre muchos posibles ejemplos: con 16 años, los estudiantes de tercero organizamos una huelga de hambre y la primera huelga de estudiantes de la historia de Albacete, con manifestación y “palos de los grises” incluidos en el centro, para que la ciudad se enterase de nuestra lucha y reivindicaciones. Esto no se cuenta en la historia oficial, pero es una parte muy relevante de la intrahistoria. Esa que nos permite conocer y comprender quienes somos y el futuro que entonces prefiguramos.

El reencuentro del pasado sábado nos hizo de golpe volver a ser sentirnos adolescentes, hablar como si estos 50 años hubieran sido solo unas largas vacaciones. Reconocernos todos en la radical importancia para nuestras vidas de esos cuatro años de intensa convivencia, disfrute y resistencia. Reconocernos en algo tan bello y certero que nos dijo Miguel citando a Max Aub: “la patria es donde se estudió el bachillerato”. Sin ninguna duda, para quienes tuvimos la dicha de pasar el sábado juntos (y para quienes no pudieron estar) nuestra patria es nuestra primera promoción de la Uni de Albacete.

Ninguno de nosotros, ninguna de nosotras, seríamos hoy quienes somos, sin esa patria cosmopolita, diversa, luchadora, resistente, amorosa, tierna y extraordinaria que construimos durante cuatro años clave para nuestro país, para nuestra ciudad y para nosotras mismas.

Y me permitirán que dedique este columna de hoy, a quienes nos dejaron prematuramente, y a quienes les truncaron la posibilidad de hacer COU en represión por las huelgas y movilizaciones.

Durante décadas he sentido que mi patria era donde viven mis amigos. Pero desde el sábado tengo muy claro que mi patria son mis compañeros y amigas que, hace medio siglo, vivimos la singularidad de construirnos juntas durante los años más cruciales de nuestras vidas. Y también de la vida de nuestra sociedad.