Emelina Carreño, la belleza de Alcázar que iluminó la República
Con 18 años fue elegida Miss España llegando a ser portada de los principales diarios y revistas convirtiéndose en un destacado personaje social de la época
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Ciudad Real
"Emelina Carreño Pareja, nacida en Alcázar de San Juan en 1912, tenía nombre de princesa de cuento. Y como las heroínas de los reinos de fantasía, era muy guapa. Tanto, que en 1931 —el año de la proclamación de la Segunda República— fue elegida Miss España. O mejor dicho, Señorita España, que era entonces la elegante denominación de este popular certamen de belleza. Tenía 18 años. Era una joven modistilla, y durante unas semanas su rostro iluminó las portadas de los principales diarios y revistas ilustradas, convirtiéndose en un personaje social destacado en aquellos últimos meses de la Monarquía de Alfonso XIII".
Según escribe el periodista Enrique Sánchez Lubián en el Diccionario Biográfico de Castilla-La Mancha, la prensa fue clave en la construcción de su figura pública. Conocidas las candidatas, Emelina se convirtió pronto en una de las favoritas. La revista Ahora le dedicó su portada el mismo día 24, apostando por ella como ganadora. José Simón Valdivieso, redactor del Heraldo de Madrid, no escatimó elogios al describirla:
“En un óvalo perfecto, la inmensidad de la luz de los ojos rasgados, la nariz correcta de antecedente griego y, bajo ella, la boca fresca y rosada, como un amanecer de primavera en la llanura de La Mancha…”
Todo eran parabienes mientras estaba en la cima. Ganó el concurso nacional y viajó a París para representar a España en el certamen internacional, pero no logró alzarse con el título mundial, convirtiéndose lo que antes eran loas en ataques feroces a su persona, como recordaba el historiador y colaborador honorífico del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha, Isidro Sánchez, aunque en su localidad encontró el bálsamo para superar los desengaños, sucediéndose los reconocimientos por diferentes lugares de La Mancha".
Decepcionada, Emelina —que era modistilla— se trasladó a Madrid. Volvió a su mundo de costurera, aunque entró en un taller muy importante, donde se confeccionó el traje de novia de la Duquesa de Alba. Se dedicó a la alta costura, en una labor discreta, y llevó su vida con tranquilidad. Su existencia abarcó casi todo el siglo XX, resaltaba Esther Almarcha, directora del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha que ponía en valor que Emelina tuviera que convencer a su padre para que le permitiera participar en el concurso, algo considerado pecaminoso en la época. "Las mujeres que daban ese paso sufrían incluso el rechazo familiar, como ocurría con las actrices, a quienes se asociaba injustamente con la prostitución. Nadie sabía hasta dónde podía llegar ese camino", apostillaba Almarcha que también destacaba su perfil ideológico: fue una mujer comprometida, sin reparo en mostrar que era republicana. No aceptó ser recibida por el rey y, en el concurso europeo, no entró con la Marcha Real, sino con la pieza de la ópera Carmen de Bizet: el “Toreador”. Llevaba un mantón de Manila y fue la única representante que no desfiló con el himno nacional.