¿Jóvenes? No tan jóvenes
La firma de opinión de la periodista Ángela Paloma Martín

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Ciudad Real
¿Jóvenes? ¿A quiénes se refieren cuando dicen “jóvenes”? Hace dos días tenía 20 años. Hace uno, 30. Y cuando escucho hablar del problema de “los jóvenes” es inevitable pensar en una generación que se aleja cada vez más de aquellas y aquellos que empezamos los 40. Sin embargo, compartimos problemas y sensibilidades.
Nos marchamos en busca de trabajo a otros países que parecían estar más en crisis que el nuestro, pero donde sí había esperanza. Los trabajos, crónicamente inestables. ¿Tener un hogar? Impensable. ¿Hijos? Difícil si la obsesión permanente es conseguir un trabajo y tener un salario digno. ¿El miedo? Enquistado, porque el trauma, para muchas personas de mi generación, es perder el empleo ahora que con 40 se empieza a despegar, especialmente porque con 38 ya escuchaba a compañeros y señores de más de 50 decir que debíamos elegir bien, que con 40 a las mujeres ya no se nos contrata.
Hoy, muchas mujeres que rondan los 40 miramos atrás. Nuestros cuerpos están cambiando. Estamos cada vez más cansadas. Y sentimos cómo las últimas décadas nos han pasado por encima como una apisonadora, pero anestesiadas, casi sin darnos cuenta. Y ahora que parece que levantamos el vuelo, también nuestras vidas corren más riesgos, especialmente si decidimos ser mamás. Con nosotras y en esta etapa, también las clínicas de reproducción asistida hacen su agosto.
Nos hemos quedado en un limbo, una brecha, en una especie de vacío permanente.
En Madrid o Barcelona, adquirir una vivienda es inimaginable. Muchos podemos aspirar, sin embargo, el problema está en que no estamos dispuestos a hipotecar nuestra vida por un techo que nos atrape. Seguimos con el miedo instalado y real de perder un trabajo digno tras los 40, de no estar en el foco laboral porque “se envejece”. Al mismo tiempo, vemos a nuestras madres y padres cada vez más desgastados por el paso de los años, y así es como empalmamos con la siguiente etapa: la de los cuidados. Y no hay que olvidarlo, nuestros mayores fueron los que nos sostuvieron cuando la cadena de las crisis amenazaba con hacernos caer.
Esta es la vida. Joven, pero cada vez más alejada de mis alumnos y alumnas de la Universidad, que también lo son, pero más.
El mundo ha cambiado. Y nosotras y nosotros con él. Ya no somos tan jóvenes. Y ahí seguimos, en un limbo, una brecha, una especie de abandono permanente.




