Nuevos comienzos en los pueblos de Cuenca: las historias de Andrés y Victoria

Cuenca

El Proyecto Arraigo continúa cumpliendo su objetivo de atraer y asentar población en el medio rural conquense. Solo en el pasado mes de septiembre llegaron siete nuevas familias, un total de 22 personas que se han instalado en municipios como Cañete, Cardenete, El Provencio, Sotos y Cañaveras.

Gracias al impulso de la Diputación de Cuenca, el Gobierno de España y los ayuntamientos participantes, esta iniciativa ha conseguido desde su puesta en marcha asentar a 207 personas pertenecientes a 69 núcleos familiares. Cifras que invitan al optimismo y que se reflejan también en los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), según los cuales la provincia roza ya los 200.000 habitantes, con un crecimiento notable entre la población de 30 a 40 años y también entre los jóvenes y adolescentes de 10 a 25.

Pero más allá de las cifras, hay historias humanas: personas que han decidido dar un giro a su vida, dejar atrás el ruido de la ciudad y apostar por un futuro en el medio rural. Dos de esas historias tienen como escenario la Serranía de Cuenca.

“Buscábamos naturaleza y equilibrio”

Desde Valencia llegaron Andrés Felipe Toro Arias y su pareja, dos amantes de la naturaleza y el senderismo que hoy teletrabajan desde Cardenete. “Queríamos integrarnos en un pueblo que nos brindara montaña y naturaleza, y que a la vez nos permitiera compaginarlo con nuestro trabajo”, explica Andrés.

Su historia comenzó buscando por internet oportunidades para asentarse en un entorno rural. “Encontré la página del Proyecto Arraigo, rellené el formulario y envié la solicitud. El proceso fue sencillo y nos acompañaron en todo momento”, cuenta.

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Tras varios meses de espera hasta encontrar vivienda, finalmente el programa les ayudó a instalarse en el pueblo. “Nos han acogido muy bien. Los vecinos son muy amables, incluso nos han regalado uvas y tomates”, relata con una sonrisa.

Andrés y su pareja trabajan desde casa gracias a una buena conexión a internet, “tan estable como en la ciudad”, dice, y disfrutan de un ritmo de vida más pausado: “Nuestro día a día es muy tranquilo. Trabajamos desde casa, descansamos al mediodía y por las tardes salimos a caminar o a conocer a la gente del pueblo”.

Entre las ventajas que destaca, la tranquilidad y el ahorro económico. “En Valencia pagábamos 400 euros por una habitación. Aquí tenemos una casa entera por mucho menos”, comenta. Y lanza un consejo a quienes se lo estén pensando: “Que lo hagan. La única forma de saber si te gusta la vida rural es vivirla. Si no te convence, siempre puedes volver, pero merece la pena intentarlo”.

“Queremos criar a nuestros hijos en libertad”

Otra de las nuevas vecinas llegadas gracias al Proyecto Arraigo es Victoria Bautista, una profesora de inglés y alemán que, tras dar la vuelta al mundo, ha decidido asentarse con sus hijos en La Huérguina, muy cerca de Cañete.

“Estaba en un avión leyendo sobre la despoblación rural y me puse en contacto con Proyecto Arraigo. Siempre he buscado la vida de montaña y la naturaleza, así que decidí venir a conocer esta zona de Cuenca”, recuerda.

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Aunque su primera opción fue Cañete, acabó encontrando en La Huérguina “un lugar más pequeño y calmado, justo lo que buscaba”. Sus hijos estudian en Cañete, mientras ella prepara un proyecto que beneficiará a toda la comarca: una escuela de idiomas rural.

“Quiero enseñar inglés y alemán, pero también crear un espacio para la comunidad, donde los niños aprendan y las madres puedan reunirse, compartir un café y apoyarse entre ellas”, explica.

Victoria, que ha vivido en varios países y trabajado en colegios internacionales, quiere aplicar su experiencia educativa para ofrecer algo distinto: un modelo que combine lo mejor de cada sistema.

Actualmente cursa un máster en emprendimiento para lanzar su negocio “de forma sólida y sostenible”. Pero más allá de lo profesional, asegura haber encontrado lo que buscaba: paz y arraigo.

“He vivido en muchos países, pero aquí siento paz. Este es un lugar donde mis hijos pueden crecer libres, ir a la montaña solos y tener amistades duraderas. Ya era hora de echar raíces”, afirma.