Esta vez fue Sandra

Talavera de la Reina

Sandra tenía 14 años. La semana pasada, después de salir del colegio, decidió quitarse la vida. Su madre había advertido en dos ocasiones al centro educativo sobre lo que estaba ocurriendo. Tres compañeras acosaban a su hija desde hacía tiempo. La única medida adoptada por el colegio fue separarlas de clase. Solo eso.

No se activó ninguno de los protocolos establecidos: ni el de acoso escolar ni el de prevención de conductas autolesivas. El centro tampoco contactó con los padres de las presuntas agresoras ni con los de la víctima. En pocas palabras: el colegio no hizo absolutamente nada.

Hace unos días, una estudiante en la Universidad relataba en clase que, cuando estaba en el colegio, sufrió un nivel de acoso tan grave que tuvo que llegar, incluso, al hospital. En su caso, tampoco el centro hizo nada.

Frente al acoso escolar, la solución no puede ser mirar hacia otro lado, no hacer nada, ni esperar a que el problema desaparezca por sí solo. Tampoco puede justificarse como “cosas de niños” o pensar que se resolverá con el tiempo.

Prevenir y frenar el acoso debe ser una responsabilidad social compartida. Ante estas situaciones no podemos quedarnos de brazos cruzados. Esta vez fue Sandra, en Sevilla. Mañana puede ser aquí.