La historia de dos mujeres que te invitará a visitar Pastrana en Guadalajara

Un sábado más, el Guía Oficial de Turismo en Castilla-La Mancha, Jesús Ramón Torres, desembarca en El Viaje empieza aquí para recomendar un lugar especial en la región.

El colaborador que llega "enamorado de Pastrana" cuenta que parte de la historia de esta localidad está unida por dos mujeres "súper emblemáticas". Para entenderlo, viajamos con él hacía el siglo XVI y ponemos la vista en Felipe II que fue quien trasladó la capital de Toledo a Madrid.

La princesa de Éboli se queda viuda y se muda a Pastrana

Y en este contexto, JesusRa, habla de dos mujeres - Ana de Mendoza y Santa Teresa de Jesús -. Antes cuenta que en el siglo XVI, en la corte de Felipe II, estaba Ruiz Gómez de Silva, que era como un amigo y un asesor de este rey, y su esposa que era Ana de Mendoza, conocida como la princesa de Éboli quien también era conocida porque llevaba un parche debido a una enfermedad infantil.

Cuando esta princesa se queda viuda, decide regresar a Pastrana, Guadalajara, y allí crear su palacio. Casi al mismo tiempo, otra mujer llega a esa misma localidad, Santa Teresa de Jesús. Cuando estas dos mujeres se encuentran, la princesa de Éboli se encontraba en un momento en el que estaba intentando encontrar su fe, así que decide meterse a monja.

Ana de Mendoza se mete a monja

Aunque cuando se mete a monja, pretende continuar con las facilidades que tiene una princesa, algo que no compartía la personalidad austera de Santa Teresa de Jesús, por lo que finalmente, tras algunos desencuenstros, Santa Teresa de Jesús decide abandonar Pastrana.

Encarcelada en su palacio y con vistas a la Plaza de la Hora

Es entonces, cuando la princesa de Éboli se queda sola y arranca una relación importante con Antonio Pérez, que entonces era "como el sercretario de Felipe". Pérez traicionó al rey y como tenía muy buena relación con la princesa, la reputación de ambos mermó tanto que el rey decide encarcelarla.

Asi que la princesa pasa sus últimos días en el palacio de Pastrana y solo podía salir una hora al día a la ventana de su palacio y ahí es cuando veía la Plaza de la Hora de Pastrana. Tenía una hora "para respirar, para escuchar el rumor de un pueblo que alguna vez le había admirado". Por este motivo, cuando ella fallece, todo el mundo empieza a llamar a ese lugar la Plaza de la Hora, porque desde allí podemos ver esa ventana, la más alta, enrejada, y podemos imaginarnos cómo pasó sus últimos días esa princesa de Éboli.