Belleza de piedra

Toledo (Toledo)

Buenos días nos dé Dios, don Carlos.

Recordarás y recordarán los oyentes que el jueves de la semana pasada estuvimos hablando junto al profesor Adolfo de Mingo del nuevo ciclo de conferencias El Balcón de la Reina que se ha venido desarrollando a lo largo de esta semana en la Catedral Primada de España, es decir, la Catedral de Toledo.

Pues bien, como igualmente recordarás, amigo Carlos, comentamos que a un servidor le iba a tocar inaugurar el señalado ciclo de conferencias. Lógicamente, no voy a insertar aquí mi conferencia pero sí quiero compartir una reflexión (uno que es mucho de reflexionar)…una reflexión que tuve el martes sobre las 20:30 de la tarde-noche cuando apenas quedábamos cuatro gatos en el claustro alto de nuestro querido y fastuoso templo cristiano. En verdad, esa reflexión podría resumirse en una sola palabra: belleza. Qué belleza, amigo Carlos, cuando me detuve y contemplé desde el citado claustro alto distintos lugares de la catedral, los cuales estaban tenuemente iluminados o incluso había algún rincón sin iluminar. Guau…qué sensación más especial. Empero, el culmen llegó cuando un canónigo de la catedral me dijo que levantase bien la cabeza y mirase…de nuevo, guau…la majestuosa torre de la primorosamente iluminada. Qué pasada, copón.

Toda esta escena que acabo de describir, me llevó a algo que comenté durante la conferencia y que a la par es algo que ya he comentado en otros lugares. ¿A qué me refiero? Allá voy. ¿Alguien puede imaginarse París sin la Torre Eiffel, Nueva York sin la Estatua de la Libertad o Roma sin el Coliseo? Pues exactamente igual pasa con Toledo y su Catedral Primada y remarco lo de Primada porque es un título que creo que olvidamos en esta nuestra ciudad con demasiada ligereza.

Damas y caballeros, téngalo siempre en cuenta: Toledo es la capital espiritual de España y si lo es, esto se lo debe principalmente al haber sido desde los reyes godos la urbs regia y al hecho de ser su catedral la Primada de España. Y como soy mucho de tirar de argumento de autoridad, traigo a colación unas palabras del gran autor del Siglo de Oro Tirso de Molina para despedirme: «Regocijada estaba la Emperatriz de Europa —Roma segunda y corazón de España—».

Buenos días.