Lecciones de instituto

Toledo (Toledo)

Buenos días, Carlos. Buenos días, oyentes.

A punto de cumplir 88 años (hoy tiene 95) Clint Eastwood confesó a un amigo que la base de su energía por seguir adelante se basaba en la batalla diaria que mantenía consigo mismo para “no dejar entrar al viejo”. Yo no tengo 88 ni aspiro a llegar a los 95, pero me resisto a dejarme llevar por ese pesimismo militante de los de mi generación que insisten en que ya está todo perdido, que este no es su mundo, que los más jóvenes no están a la altura o que lo nuestro era mejor. Más allá de lo cansinos que resultan estos gruñones intensitos, casi siempre señores, igual merece pena pararse a pensar que demonizar, despreciar o simplemente ignorar a los que vienen detrás resulta, cuanto menos, muy poco práctico dado que son los que nos cuidarán, espero, dentro de no tanto tiempo. Sospecho que la mezcla de compasión, desdén, suficiencia y a veces desprecio con el que tratan y hablan de los más jóvenes tiene más que ver con la pereza de entender lo nuevo y de asumir ideas que con la realidad a la que se resisten.

Quizá por eso, busco cada día, reconozco que a veces con desespero, noticias, referencias, hechos, situaciones o lo que sea que me permita conectar con los más jóvenes y encontrar razones que me ayuden a creer que no, que no hay nada perdido, que los que vienen han tomado nota y lo van a hacer mejor que nosotros, mucho mejor, seguro.

Hoy, martes 28 de octubre, el Sindicato de Estudiantes ha convocado una huelga en todos los centros educativos bajo el lema “Vaciamos las aulas contra el acoso y los discursos de odio”. Conmocionados por el suicidio de su compañera Sandra, de 14 años, tras sufrir el acoso diario de varias alumnas, dan la voz de alarma exigiendo que los coles e institutos deben ser espacios seguros para todos y todas y que la solución pasa por invertir más en educación pública para la atención a la salud mental del alumnado y legislar contra los discursos de odio y los que los propagan. Nos piden, nos exigen seguridad y protección.

No sé a ustedes, pero a mi me sonroja ver que son nuestros hijos e hijas los que nos reclaman que cumplamos con la más elemental de nuestras responsabilidades; su protección y cuidado en el que debiera ser refugio diario y protección contra las desigualdades. Gastamos tanto tiempo en convencerles de lo negro de su futuro, que olvidamos lo más básico de su presente ¿No es para que se nos caiga la cara de vergüenza?

Jóvenes que nos dan lecciones de compromiso, de militancia y de entender qué es lo que importa. Y nos las dan a nosotros, a los que creemos que no hacen nada y que nada les interesa.

Son los mismos y las mismas, por cierto, que hace unas semanas salieron a las calles a gritar que en Palestina se está cometiendo un genocidio.

No sé a usted, a mi me emociona y me enorgullece. Pero sobre todo, me ilusiona.

Hasta el martes que viene. Besos.