Princesa

Toledo (Toledo)

Buenos días, Carlos. Buenos días, oyentes.

Querida Leonor, estimada Princesa:

Mi más sincera enhorabuena, Alteza. Al inusitado esfuerzo que realiza el equipo de publicistas que organiza su agenda pública habría que darle un aplauso y un premio, en Asturias o dónde mejor os venga. Ni siquiera un republicano irredento como yo puede esconderse de las noticias, cuitas y chismes que van cimentando con estudiado esmero y planeada estrategia el relato de vuestra escueta biografía. Es verdad que no es sólo mérito suyo, Señora, cuentan con la siempre desinteresada ayuda de una numerosa prensa cortesana en la que abundan redactores zalameros y periodistas complacientes que empalagan sus crónicas con el tono servil y adulador propio de cualquier monarquía que se precie.

El desafío es monumental. Borrar del imaginario de vuestros súbditos la imagen ofrecida por el abuelo cazador de elefantes, amante fogoso o emérito exiliado en oriente no es tarea fácil, pero tranquila, la historia está de vuestro lado y al final siempre salimos a emocionarnos con vuestra presencia y aplaudir vuestro sincero y estudiado saludo.

Valga como ejemplo el discurso que os escribieron para los premios Princesa de Asturias: tono simpático, pausas estudiadas, guiños a la familia, lenguaje coloquial e incluso -qué acierto- la cercanía de hablar a los premiados de tú, como si fueran iguales, como si estuvieran a vuestra altura. Campechanía heredada, supongo.

No sé muy bien qué le habrán contado en palacio, pero me temo que adornar vuestro discurso con expresiones como generación z, “scroll” o “boomer” no os convierte en eso que llaman “una joven de su tiempo” y no os asemejan, ni siquiera un poco, a la gente de vuestra generación, Alteza.

Como vuestro padre, estáis sobradamente preparada para lo que sea que hagáis; colegios concertados, carísimas universidades privadas en el extranjero y academias militares de tres colores os avalan, así que confío que entendáis que vuestra vida no es como la nuestra, que no estáis cerca, que no sois referente y que poco o nada tenéis que ver con la mayoría de los jóvenes del país que os tocará en herencia.

Me refiero a los que no se van de casa porque no pueden pagar un alquiler, a los que tienen que pedir un préstamo para pagar el máster en su universidad pública, a los que a los treinta aún no tienen un sueldo digno y a los que no tienen linaje suficiente que les asegure el futuro. Así que siga con sus movidas, Reina, sembrando las flores de tu gracia en las islas de la moda, las academias militares, las universidades privadas o las fundaciones de nobles y aristócratas, pero no cometáis el error, Señora, de pensar que sois como ellos. Ya os gustaría.

Disculpadme el atrevimiento, pero a mi me va más el papel de bufón que de súbdito y tengo la manía, fíjese que tontería, de creer que el apellido no es un mérito ni razón suficiente para ocupar un cargo público. Soy de los que no quiero seguiros en vuestro viaje ni daría mi vida entera -ni un pedacito de ella- por llevaros el equipaje.

Lo dicho, búscate otro perro que te ladre, Princesa.

Hasta el martes que viene. Besos.

Javi Mateo