"El crecimiento económico no reduce la desigualdad sino que la profundiza, porque al empleo precario se une la imposibilidad de acceder a una vivienda"

Albacete

Vivimos en un país cada vez más rico, pero las personas que lo habitan cada vez sufren mayor desigualdad. No lo digo yo, lo demuestran todos los datos oficiales europeos y españoles.

Somos, con gran diferencia, el país europeo que más crece económicamente de toda la Unión Europea. En los últimos años la riqueza económica (el PIB español) ha crecido casi un 15%. Tres veces más que el resto de países europeos.

Pero si nos fijamos en los datos que muestran la realidad personal y familiar de la población que reside en España, los mismos organismos oficiales de estadística de Europa y España, nos demuestran con datos, de manera inapelable, que somos el país europeo más desigual y donde la desigualdad social y económica, lejos de reducirse, se agranda a medida que aumenta el crecimiento económico.

Y no es por el desempleo. España es el tercer país de la UE con la tasa más alta de trabajadores en riesgo de pobreza. Es decir, trabajar y tener un empleo en nuestro país no asegura salir de la pobreza. Al contrario, salarios bajos y precios desorbitados de la vivienda, tienen un efecto demoledor que produce una fragmentación social cada vez mayor como consecuencia de las crecientes desigualdades.

El informe FOESSA, que es el mayor estudio (por extensión y profundidad) que se hace periódicamente sobre la realidad social española, se presentó hace unos días. El lanzamiento del disco de Rosalía y los juicios mediáticos de estos días han creado una especie de niebla que nos ha impedido ver la gravedad de lo que el informe de la fundación de Cáritas nos pone delante: casi 4 millones y medio de personas están en situación de exclusión social severa en España, el doble que en 2007. Que tengamos una de las tasas más altas de Europa en desigualdad perpetúa la pobreza y la exclusión.

El crecimiento económico no reduce la desigualdad sino que la profundiza, porque al empleo precario se une la imposibilidad de acceder a una vivienda para cada vez más personas. Porque con un salario de 1.500 euros no se puede pagar un alquiler de 800 a 1.000 euros.

Nuestro crecimiento no incluye sino que excluye, porque dificulta la cohesión social. Excluye a cada vez más personas y fragmenta profundamente nuestra sociedad. Los ricos son cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres, y cada vez más gente que se auto percibía como “clase media” se está viendo empujada hacia abajo: especialmente los jóvenes (que aunque trabajen no pueden emanciparse y plantearse un plan de vida a largo plazo, por la precariedad de sus empleos y los precios desorbitados de la vivienda) y las mujeres (que mayoritariamente nutren uno de los sectores laborales más precarios y desprotegidos, como es el de los cuidados).

Si crecemos mucho como país y de forma sostenida, pero cada vez hay más fragmentación y desigualdad, el problema que tenemos es político, porque la raíz de la situación, lo que la provoca, es la injusticia social. Y eso, queridas oyentes, es responsabilidad ineludible del Estado, es decir, de todas las administraciones públicas. Por más que intenten entretenernos con juicios de dudosa legalidad y música celestial.