Para Emma

Toledo (Toledo)

Hoy que empieza diciembre quiero hacer un homenaje a todas esas mamás que se enfrentan solas a la crianza, y especialmente a Emma ella sabe quien es.

Porque sí, amigas, empieza diciembre, el mes en el que los escaparates brillan, las agendas tiemblan, y las madres solas, bueno, sobreviven. Ser mamá soltera es un deporte de alto riesgo, levantarte antes que tu hija o hijo, vestirla, alimentarla, convencerla de que las botas sí combinan con el abrigo, correr para llegar al colegio, y, por supuesto, mantener la compostura mientras piensas, yo lo que quiero es una siesta de cuatro horas y una vida donde me peinen, pero ahí estás, radiante, ojerosa, sí, pero radiante.

Y ya que diciembre llega con su espíritu navideño, déjame hacer un pequeño homenaje a todas nosotras, a ti, Emma, las que hacemos malabarismos emocionales, logísticos y económicos con la misma facilidad con la que otros hacen un bizcocho de yogur. Claro que se cuenta con el apoyo familiar, esos apoyos amorosos, maravillosos, salvadores y tan valorados, pero volvamos a las mamás solas, a ese ejército de madres que trabajan, cuidan, lloran en la ducha, ríen en la puerta del cole, se sienten culpables por todo y orgullosas por todo lo mismo. Porque ser madre soltera es vivir en una contradicción permanente, eres fuerte, pero estás agotada, eres independiente, pero te sientes sola, puedes con todo, pero francamente, te gustaría compartirlo.

En diciembre, además, nos cae encima el extra navideño, festivales del cole con disfraces imposibles, notas enviadas por grupos de WhatsApp que nadie entiende, rifas, chocolatadas, y esa presión invisible por hacer que la Navidad de tu hija sea mágica, aunque tu presupuesto vaya más apretado que los vaqueros después de los polvorones. Pero aquí viene la verdad incómoda, la que no suele salir en los anuncios, ser madre soltera en Navidad, y por qué no decirlo, en otras épocas, no siempre es bonito, también es cansado, abrumador y, a veces, doloroso, no pasa nada por reconocerlo, no pasa nada por decir, oye, hoy no llego, y hacerlo sin sentirse mal.

Porque este homenaje no es para las madres perfectas, que no existen, sino para las reales. Para ti, que estás criando, remando, inventando, sujetando el mundo con una mano y a tu hija con la otra. Y este diciembre, o cualquier otro día de cualquier otro mes, si alguien te dice, pero cómo puedes con todo, tú sonríes, respiras hondo y respondes,

No puedo, pero aquí estoy, que ya es muchísimo.