Alicia Garrido: reinventarse después del dolor para volver a vivir y a cantar

Cuenca

Cada 3 de diciembre se conmemora el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una fecha para visibilizar las barreras, pero sobre todo la fuerza y el talento de quienes conviven con una limitación física o sensorial.

En ese marco, la historia de Alicia Garrido Medina, de 56 años y vecina de Cuenca, emerge como un testimonio luminoso sobre la capacidad humana para reconstruirse incluso cuando la vida se quiebra.

Alicia vive con una discapacidad sobrevenida desde 2012, cuando un accidente de tráfico interrumpió de golpe su vida laboral, sus rutinas y sus pasiones. Trabajaba en atención a personas mayores, algo para lo que, como ella misma dice, sentía que había “nacido”. Pero el impacto físico y psicológico de aquel día la obligó a frenar, a aprender de nuevo quién era y a buscar un nuevo lugar en el mundo.

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Un año de oscuridad

Alicia recuerda con claridad los primeros días tras el accidente: la sensación de no valer, de no servir, de no poder cuidar de otros ni de sí misma.

“Para mí, entonces, no era nada”, confiesa. Y aunque su familia, su marido, sus tres hijos y, hoy, también sus dos nietos, fue un sostén imprescindible, emocionalmente se sentía sola, sin un lugar al que acudir, sin saber a qué puertas llamar ni cómo empezar a reconstruirse.

Durante casi un año convivió con la incertidumbre, el dolor físico y el miedo al futuro. Las limitaciones de movilidad como no poder subir escaleras, no poder levantar peso, no poder realizar grandes esfuerzos, y el dolor tras subir cuestas en una ciudad como Cuenca, condicionaron su día a día y su autonomía.

“En una ciudad con tantas cuestas, a veces es difícil”, explica. Aun así, sube a cantar a la Catedral: si puede, en autobús; si no, con ayuda; y si no, paso a paso, aunque al día siguiente tenga que “hacerse una tortilla de ibuprofeno”, bromea.

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La luz

La luz llegó cuando miró alrededor y vio a sus hijos, a su marido, a su vida. “O te levantas o tú verás qué haces”, llegó a decirse a sí misma. La ayuda psicológica también fue decisiva: aprender a gestionar el dolor, el miedo y la incertidumbre le permitió comenzar a explorar nuevas actividades, nuevos caminos y capacidades que nunca había imaginado.

Como parte de ese proceso se apuntó a la Escuela de Música. Allí nació el coro Sottovoce, su primera experiencia como cantante. Después llegaría el coro de la catedral de Cuenca, donde participa actualmente. El canto se convirtió en una vía para conectar con los demás, expresarse y recuperar la confianza. También retomó, aunque sea “un poquito”, los bailes de salón y las sevillanas, su pasión de toda la vida.

Pero quizá el mayor descubrimiento fue la escritura. En las noches de dolor, para distraer la mente, empezó escribiendo números hacia atrás y acabó llenando hojas de pensamientos, emociones y vivencias. Publicó incluso un libro en una plataforma digital. Hoy escribe textos personalizados para su familia por cada cumpleaños o aniversario: “Todos tienen un escrito especial”, dice.

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Cocemfe: apoyar a los otros

Profesionalmente, su vida también dio un giro. Desde 2015 trabaja como auxiliar administrativa en Cocemfe Cuenca, donde cada día acompaña, orienta y escucha a personas con discapacidad o con dificultades sociales. Su motivación nace de su propia experiencia: “Dije que nadie más iba a pasar por lo que yo pasé si estaba en mi mano evitarlo”.

En su jornada laboral se adapta a sus limitaciones: alterna momentos sentada y de pie, gestiona el cansancio y el dolor. Aun así, afirma que su día a día es “supergratificante”. Su entorno laboral la define como una persona comprometida, empática y siempre dispuesta a tender la mano.

Vivir con sueños sencillos

Cuando mira atrás, Alicia destaca que ha aprendido a no rendirse, a valorarse y a entender que todos valemos para algo, incluso si a veces cuesta encontrar ese “algo”. Su mensaje para quienes están hoy en ese túnel del que ella logró salir es claro: “Solos no están. Y todos valemos para algo: para bailar, para escribir, para doblar servilletas… Solo hay que encontrarse a uno mismo y luchar”.

Alicia no se marca grandes metas. Dice que sus sueños “vienen día a día” y que ya tiene mucho: su familia, su trabajo y la tranquilidad de haber reconstruido su vida. En Navidad volverá a subirse al escenario con el coro, y quizá esta noche escriba una nueva historia: la de esta conversación.