Crímenes, humor y memoria: una novela para volver a la Cuenca de los años 60

Cuenca

Cuando un escritor conoce su tierra hasta los huesos, la literatura adquiere una dimensión casi arqueológica. Eso es lo que ocurre con Las malas costumbres, la nueva novela del autor conquense Jorge Ortega, publicada por Grijalbo (Penguin Random House) y que ha debutado como número dos en ventas de novela negra en La Casa del Libro.

Un éxito que llega acompañado de una propuesta singular: un free tour fotográfico por la Cuenca de los años 60, guiado por el propio autor, que se presentará este viernes 5 de diciembre a las 19.30 h en el Centro Cultural Aguirre.

“Queremos ofrecer un viaje en el tiempo a la Cuenca de los años 60”, señalaba Sergio Vera, director del club de lectura de Las Casas Ahorcadas, al anunciar este plan literario previo al puente. Y no exagera. La novela no solo construye un crimen; construye un mundo que muchos aún recuerdan y otros no llegaron a conocer.

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Un brigada entre crímenes

La historia está protagonizada por Andrés Valencia, brigada de la Guardia Civil destinado en Cuenca a finales de los años 50 y en la década de los 60, un tiempo donde los crímenes debían resolverse rápido y sin ruido.

Ortega explica así el punto de partida de la trama: “Aparece un hombre asesinado con un trastazo en la cabeza en un pueblo ficticio llamado Fuentefría. Aunque hay un sospechoso claro, el brigada Valencia no se conforma con una solución fácil ni oficial”. El autor aclara que Fuentefría no responde a ningún pueblo real, aunque muchos paisajes “coinciden con los de mi pueblo, Cervera del Llano, y otros cercanos”.

Pero en esta novela no hay un solo caso. Casi a la vez, estalla un segundo en Cuenca capital: el secuestro de un familiar del superior de Valencia. Esta vez, el brigada deberá investigar al margen de la ley, transformado en un detective privado improvisado. “Crecí leyendo detectives que trabajaban desde fuera de la oficialidad “, confiesa Ortega, “y quería que Valencia pudiera moverse por los bajos fondos administrativos y sociales con más libertad”.

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Cuenca como escenario vivo

Si algo distingue a Las malas costumbres es su recreación minuciosa de la Cuenca de los años 60: sus barrios, sus calles, sus bares, su gente. Ortega lo atribuye a su origen profundamente local.

“Tengo ocho apellidos conquenses. Bueno, cientos”, bromea. “Mis padres y mis tíos vivieron aquella época en la ciudad, y eso me ha permitido reflejar lugares, situaciones y personajes con mayor fidelidad”.

Entre esos escenarios aparecen:

-Los Tiradores, con sus cuestas y vida humilde.

-San Antón, barrio obrero y esencial para entender la ciudad de la época.

-La construcción de las 500 viviendas de la barriada Obispo La Plana, levantadas en aquellos años.

-Lugares ya desaparecidos como La Guindalera.

Y espacios que continúan vivos, convertidos en testigos de una ciudad que cambia y resiste.

Ortega intercala también personajes reales, pequeños guiños para quienes vivieron aquella Cuenca: figuras nacionales como César González Ruano o Raúl del Pozo, y otros más locales como Isaías, el limpiabotas del Cine España, o Ruperto Abarca, jefe de los barrenderos.

“Probablemente solo los reconozca quien vivió en aquella época”, admite el auto, “pero me parecía bonito recuperar esos nombres”.

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Humor en tiempos de oscuridad

Aunque se trata de una novela negra, Ortega insiste en incluir humor en su escritura. “Hace falta aliviar un ambiente tan espeso; a mí, como lector, me gusta ese contraste", explica. Un ejemplo divertido es el anuncio de una clínica de enfermedades venéreas cuya versión literaria Ortega remata con un eslogan inventado: “100 casos, 95 curas”.

No es el único destello humorístico, pero sí uno de los que mejor muestran la personalidad de su protagonista: serio, culto, metódico… y con una ironía seca que solo aflora en ciertos momentos.

Las influencias: de Bevilaqua a Christie

¿Tiene el Brigada Valencia algo de otros detectives literarios? Ortega reconoce la influencia de sus lecturas juveniles, Agatha Christie, Conan Doyle, Rex Stout, y también la de autores actuales.

“Lorenzo Silva es un grandísimo escritor y siempre queda algo de lo que nos gusta leer”, afirma, aunque matiza que su personaje no replica a nadie en concreto. “Como mis pueblos ficticios, Valencia es un híbrido”.

Por qué los años 60

La elección de esta década no es casual. Ortega quería explorar un tiempo de contradicciones: “Era plena dictadura, pero también años de cierta apertura exterior, con tratados internacionales y un intento de aparentar que en España no había crímenes”.

Ese escenario hermético permitía crear una intriga más profunda: pocos personajes, sospechosos limitados, investigación sin tecnología y una tensión permanente.

Esa Cuenca de posguerra, pero también la que empezaba a transformarse con el éxodo del campo a la ciudad, vertebra las últimas obras del autor.

“Es algo triste”, reconoce, “porque los pueblos como el mío están cada vez más despoblados. Pero había que reflejarlo”.

La buena acogida de Las malas costumbres no será un capítulo aislado. Ortega ya ha terminado la primera versión de la próxima entrega, prevista para el año que viene si la editorial da luz verde. La acción seguirá en la misma época y en la ciudad de Cuenca, esta vez con una coprotagonista de carácter fuerte que “ha venido para quedarse”.

Una invitación a viajar en el tiempo

El viernes 5 de diciembre, a las 19:30 horas, el Centro Cultural Aguirre de Cuenca acogerá la presentación de la novela con un atractivo añadido: un free tour fotográfico por las localizaciones reales del libro. “El pueblo del primer asesinato es ficticio”, advierte Ortega, “pero la Cuenca de los años 60 es la real”.

Una oportunidad única para leer, mirar y caminar por una ciudad que ya no existe, pero que revive en cada página.