Primaria desmantelada, urgencias colapsadas

Toledo (Toledo)

En el Hospital Universitario de Toledo hemos vuelto a vivir una escena que ya no sorprende… y eso es lo más grave. 782 pacientes atendidos en un solo día. Setecientas ochenta y dos personas. Y, aun así, lo tratamos como si fuera parte del invierno, como si fuera normal.

Pero no lo es.

Porque cuando urgencias se llena hasta los topes, no es solo por la gripe, ni por el frío, ni por los virus de temporada. Es también porque pedir cita con el médico de cabecera supone esperar, como mínimo, una semana. Y cuando la atención primaria se desmantela, cuando las consultas se reducen, cuando la puerta de entrada al sistema se estrecha… la gente acaba donde puede: en urgencias. Y urgencias revienta.

Y ahí ya no hablamos de números. Hablamos de derechos. Del derecho a que te atiendan con dignidad, sin pasar horas en un pasillo que, seamos sinceras, ya se parece al pasillo de un juzgado a las doce del mediodía, cuando todo el mundo coincide y nadie cabe.

Y aquí no vale esconderse detrás del famoso “pico asistencial”. Un pico se puede prever. Una epidemia se puede planificar. Una primaria saturada se puede reforzar. Lo que no se puede es pedir a los profesionales que sigan sosteniendo el sistema solo con su vocación, mientras la gestión llega tarde o no llega.

Mientras tanto, quienes más lo necesitan, mayores, dependientes, pacientes crónicos, son quienes más lo sufren. No solo esperan más: lo pasan peor. Y eso también es desigualdad.

Quizá ya toca dejar de hablar de “colapso puntual” y empezar a hablar de modelo. De qué sanidad pública queremos en Castilla‑La Mancha. De si vamos a seguir improvisando o vamos a planificar de verdad. De si vamos a seguir confiando en la suerte del día… o en un sistema que funcione desde la base: la atención primaria.

Porque cuando un hospital colapsa, no falla un edificio. Falla un sistema. Y eso sí es urgente.