"Hay que repensar este mundo tal y como lo conocemos; no hay otro camino"

Fiestas, navidades, épocas de reflexión, celebrando unas y otros, de distinta manera, fechas emblemáticas a las que poner nombre y apellido, y que han sido tan significativas para construir lo que somos como humanidad: la constitución y la democracia, los derechos humanos y la alianza de las civilizaciones.

Y es que cuando se acerca el período del recogimiento, la familia y la espiritualidad, se acerca una época en la que también sentimos que las divisiones geopolíticas se profundizan: Norte y Sur, Este y Oeste, enfrentamos un período en el que la intolerancia, el discurso de odio y la lucha por el respeto mutuo en un mundo multipolar se hace más necesaria que nunca.

Recientemente en el Foro de la Alianza de las Civilizaciones de la ONU se decía algo que me retumba en la cabeza: “ante la creciente división global, el diálogo no es ingenuo, es necesario”.

¿Y es que no estamos ya cansados de todo esto? Desde lo más cercano, lo más local, lo nacional… hasta lo internacional. Es que esto solo va de que unos cuantos tengan razón y marquen las directrices “solo para los supuestamente suyos”, o esto va de todos y todas?

Esto incluye, por supuesto, decisiones inmediatas que se aborden desde la verdad y no desde “bulos sensacionalistas" tan al orden del día. Esto por lo que nos toca de cerca, necesitamos que se tomen medidas inmediatas contra la corrupción y la violencia sexual, a iguales niveles en todos los espacios. Quizá ese golpe de coherencia nos daría un punto y seguido al tan necesario diálogo, aunque sea desde la diferencia.

Se me ocurre que en estos momentos tan oscuros que vivimos como humanidad, donde la vida ha pérdido todo su valor. Una humanidad donde el miedo, los muros y la escalada de guerras está al orden del día y donde tenemos que convivir con esas tragedias pero también con las propias, las de amigos, familia o compañeras de trabajo. En esa oscuridad solo queda la esperanza de quienes creemos en el diálogo y la acción desde la protección de los derechos humanos

Contrarrestar la intolerancia y ayudar a las sociedades de diferentes culturas y religiones a convivir con dignidad no es ingenuo. Es casi un deber. Y lo tienen las instituciones, los partidos políticos, las organizaciones y administraciones, pero también nosotros como sociedad.

Sí hay que repensar este mundo tal y como lo conocemos no hay otro camino: la educación en el fomento del diálogo, los derechos humanos y la construcción de sociedades pacíficas. Se hace indispensable promover el respeto, la comprensión mutua y la inclusión.

Y esto empieza en el salón de nuestra casa, en nuestras redes sociales, en cómo nos relacionamos en el entorno laboral, en cómo hablamos a nuestra familia o amigos que no piensan igual, en cómo no permitimos que se señalen sistemáticamente personas por su color de piel, origen o religión, pero por sobre todo, en no dejar que este “hartazgo” nos haga personas con discursos violentos donde subir el tono parece que nos da la razón.

Salir de esta oscuridad que vamos viendo que a todos nos da miedo, empieza por dialogar.