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Opinión

Alegría, alegría, es Navidad

Firma de opinión de Jaime Quevedo Soubriet, director de El Periódico del Común de La Mancha

Firma de opinión | "Alegría, alegría, es Navidad"

Volvamos a ser niños por unas horas, por unos minutos, incluso por unos instantes tan sólo y redescubramos este 30 de diciembre, penúltimo día del año, la maravilla de la Navidad. “La Navidad es un tiempo dulcísimo −reflexiona el sacerdote, escritor y periodista José Luis Martín Descalzo− pero también tremendo, como tremendo es eso de que Dios se haga uno entre nosotros, que Dios haya querido no sólo parecerse, sino ser también un bebé”. Celebramos veinte siglos después de esa divina locura, lo que Martín Descalzo denomina “el gran salto de Dios” y, consecuentemente, “nuestra gran subida”. Por eso, “si Dios se hizo pequeñito para llegar hasta nosotros, ¿como podríamos llegar nosotros hasta Él sin volvernos también pequeñitos?”.

La primera persona que me hizo abrazar ese misterio de la Navidad fue mi madre. Antes de dormir, acudía casi todas las noches a acurrucarme y rezaba conmigo aquella oración tan preciosa que después yo también enseñé a mis tres hijos cuando eran muy pequeños: “Jesusito de mi vida, eres niño como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón, tómalo, tuyo es, mío no”. Yo ni me preguntaba quién era aquel niño como yo. Lo sentía como la bondad absoluta, pues así debía ser cuando mi madre, la persona a la que más quería del mundo, me pedía que le entregara mi corazón.

Aquel sentimiento tan puro lo interioricé en la infancia y sigue acompañándome todavía hoy. Lo hace si cabe de una forma aún más plena o, mejor dicho, más consciente. Si cuando era niño lo percibía en esos momentos de íntima felicidad junto a mi madre, ahora me brota en las situaciones de mayor debilidad, de intenso dolor, de traspié o de fracaso. La Navidad es sentir a Dios a nuestro lado, es acercarnos a los demás con los ojos limpios y el corazón abierto y huir de la nostalgia como refugio.

También y, sobre todo, abrir las puertas a la esperanza y a la búsqueda de la verdad que nos oxigena para ser libres. El poeta de Campo de Criptana Valentín Arteaga lo expresa como pocos en un precioso librito titulado Misa de Navidad. Extraigo unos cuantos versos de su Sermón de Nochebuena: “…Os ofrezco un puñado de ternura y de lumbre, / un ramo de alborozo, una paloma verde, / y un rosal de jilgueros… / Nos ha nacido un niño de esplendor en la casa. / Y estamos de revuelo… / …Se acabó la espera. / Es el instante diáfano de encender el amor”.

Feliz año nuevo para todos.