Opinión

Esclavos del relato único

La firma de Rosa Alcubilla

Esclavos del relato único

Aranda de Duero

Ayer a altas horas de la noche venía conduciendo, mi emisora preferida no se sintonizaba bien y para sentirme acompañada no me quedó otra opción que escuchar la que tenía mejor sonido, sin saber qué cadena era. Comentaban y debatían cuestiones de actualidad, yo no compartía casi nada de lo decían.

Sin embargo, me pareció muy interesante y necesario escuchar otros discursos, otras ideologías y otras formas de analizar la realidad. Cuando ya pude sintonizar mi dial, decidí seguir con la emisora que por azar se había colado en mi coche. No me identificaba con lo que afirmaban los tertulianos pero escuché sus análisis y sus posicionamientos con mucha atención.

La oportunidad de oír de forma activa lo diferente me ha llevado a reflexionar sobre el peligro del relato único. Me temo que cada vez dialogamos menos, nos comunicamos con prejuicios, rechazamos la teoría del otro, y nuestra historia es la única verdadera. He observado y experimentado, tras este encuentro con ideas distintas a las mías, que mi mente se siente cómoda con los estereotipos políticos, sociales y culturales, con ideas incompletas y sesgadas que doy por válidas

Son mis creencias limitantes. Y lo peor es que uno no se percata de ello. Deberíamos hojear periódicos y libros que nunca leeríamos, ver cadenas de televisión que de entrada rechazamos, escuchar radios con las que no comulgamos, adentrarnos en páginas de internet no afines a nuestra ideología, e incluso escuchar música que no soportamos. Así podremos contrastar noticias y estar menos manipulados. No olvidemos que el poder anhela controlar la información y somos presa fácil para repetir como loros lo que al poder político y al poder económico les interesa.

Diversificar la información es un buen hábito mental y social. ¿Dónde queda el pluralismo deseable, la convivencia a partir de la diferencia y la unidad de lo diverso?. Hablamos mucho, escuchamos poco, y no argumentamos casi nada. Si tenemos dos oídos y una boca, ¿no deberíamos escuchar el doble de lo que hablamos? Nos falta más comunicación, más escucha, más diversidad, más diálogo.

Es un desafío abrir la mente, tener opiniones propias pero respetuosas. Una querida amiga me recomendó hace tiempo leer el libro El Peligro de la Historia Única, de la escritora nigeriana Chimamanda Adichie. La novelista insiste en la gran trampa del relato único, donde clasificamos nuestro mundo en posiciones excluyentes de buenos, que somos nosotros, y malos, que son los que piensan diferente. A lo mejor leer este libro es un buen comienzo para abrir de par en par la mente, ampliar nuestra visión, y entender más que juzgar.

No olvidemos que nadie es dueño de la verdad absoluta. Ya el gran Machado decía “¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”