Verano e incendios
La Firma de Eva Calleja

"Verano e incendios", la Firma de Eva Calleja
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Palencia
Hoy empieza el verano, bueno la verdad es que climatológicamente lo hemos dado por iniciado hace ya bastante y hasta hemos sufrido la primera ola de calor que, no sé a ustedes, pero a mí, me ha tenido más de una noche a medio dormir.
El verano ha sido siempre mi estación favorita. Me gustan las muchas horas de luz, el calor, el sol, disfrutar de la calle ,de las charlas en las terrazas hasta altas horas de la madrugada, de barbacoas y baños.
Me encanta saltar de la cama a la ducha, colocar un vestido ligero sobre mi cuerpo, unas sandalias y marchar a la calle sin más.
Y me encanta el mar, a cualquier hora del día pero sobre todo al atardecer, en ese momento en el que la mayor parte de la gente se va y quedan solo paseantes y lectores. No se me ocurren muchas cosas más placenteras que disfrutar de ese momento en el que el sol está a punto de dar paso a la luna. Un buen libro en la mano y una cerveza bien fría para vivirlo. Para mi es uno de esos lujos que no cuestan dinero y que, sin embargo, son impagables.
Y recuerdo, y lo hago con cierta nostalgia, los veranos de cuando era niña. Los pasaba, en muchas ocasiones, en el pueblo con los abuelos, en Becerril de Campos, concretamente en la calle de La Harina.
Recuerdo esos veranos como la libertad absoluta. Un ir y venir al río, a las eras, a coger ranas, a inventar juegos para compartir con otras niñas y niños que venían desde muchos lugares y con los que generabas unos lazos especiales y casi mágicos a través de esa complicidad que surge de llenar el tiempo sin prisas y con imaginación.
Pero todo tiene una cara y una cruz y también hay cosas que odio del verano. Algo que odio de esta época es que los incendios se multiplican, arrasan, como lo han hecho en las últimas horas, lugares que tardaron años en configurarse como son, incendios que destruyen parajes naturales y con ellos la fauna que los habita.
He sufrido, como todos, viendo las imágenes de la Sierra de la Culebra que hemos visto arder absolutamente incapaces de hacer nada para poder evitarlo desde nuestros sillones.
Tremendo. Triste. Imperdonable. Y surgen las preguntas. ¿Se hizo todo lo posible? ¿Se pusieron a tiempo todos los recursos necesarios para haber evitado la destrucción de 30.000 hectáreas de este paraje natural?
Y sé que estas 30.000 hectáreas ya no son recuperables, hará falta mucho tiempo para que vuelvan a parecerse a lo que eran. Los daños sufridos a nivel de flora y fauna son terribles pero es preciso que se busquen las respuestas a estas preguntas y que si alguien tiene que responder por ello lo haga.
Vayamos donde vayamos este verano tengamos la máxima precaución posible. No cuesta nada y no podemos permitirnos los perjuicios que podemos llegar a generar por un descuido o una imprudencia.
Quiero acabar esta temporada, estas firmas que hemos compartido durante tantos meses, agradeciéndoles su atención, su escucha a tantas y tan variopintas reflexiones y regalándoles un pequeño poema de Antonio Machado, su título “Noche de Verano”. Dice así:
“ Es una hermosa noche de verano.
tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cenit, la luna y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.”
Feliz verano.




