Recuperar el altruismo
La firma de Rosa Alcubilla
Recuperar el altruismo
Aranda de Duero
Todos los días nos hablan en los medios de comunicación de la crisis energética, la crisis económica y la crisis política que tenemos encima. Yo voy a añadir hoy una crisis más: la crisis de valores. Vaya por delante mi admiración hacia las personas que tienen como brújula la solidaridad y el cuidado a los demás. Pero a veces me pregunto, basándome en lo que vivo a diario, si determinados valores no están en retroceso, como la honestidad, la bondad, la justicia, la sinceridad, el perdón, la tolerancia y la gratitud. Cualquier trabajador que esté en contacto con la esencia del ser humano debería luchar contra la deshumanización que por inercia nos invade. Sanitarios, periodistas, administrativos o banqueros, entre otras muchas profesiones, deberíamos ponernos en el lugar del otro, tener empatía. Y también ejercitar la escucha activa, la comprensión y el apoyo. Con frecuencia las actitudes desconsideradas, distantes e irrespetuosas de muchos profesionales nos dejan sin herramientas emocionales de defensa.
En las últimas semanas he presenciado actitudes negativas, desagradables, abusivas y arbitrarias que me confirman que cierta deshumanización está al acecho. El reto sería volver a humanizarnos, priorizar las relaciones humanas por encima del negocio, de la rentabilidad, del individualismo y del éxito profesional. Y recibir una atención más cercana y afable cuando, por ejemplo, enfermamos y nos sentimos más vulnerables y frágiles, que nos aporte algo de esperanza cuando más la necesitamos. Y aunque reconozco la gran labor que llevan a cabo los profesionales sanitarios, debo decir que en más de una ocasión me he sentido cosificada. Y que si la palabra y el encuentro son medios eficaces de sanación, ese protocolo no siempre se ha cumplido.
Humanizar, también, el campo político-económico, el de la justicia, el educativo, el tecnológico, el periodístico y el cultural. Porque también en esos ámbitos a veces nos sentimos indefensos e incompetentes, sin recursos de los que echar mano al no ser comprendidos cuando ponemos una reclamación por una factura de teléfono o pedimos que nos aclaren una información del banco. Por no hablar del exceso de burocracia para la realización de cualquier trámite. Nada tiene que ver ser atendida, informada y orientada por una persona servicial y receptiva con ser despachada de malas maneras por un profesional déspota y desconsiderado, de esos que en vez de ayudarte te hacen sentir culpable por el problema que tienes.
Por otro lado, la tecnología, que tan grandes beneficios nos reporta, entorpece las relaciones humanas aislando y alienando a las personas. Y en el ámbito periodístico cada vez son más frecuentes los bulos y las noticias falsas que se difunden sin contrastar, cuando no sin escrúpulos. A lo que se añade que cierto tipo de comunicación es cada vez más mercantilista. Por mucho que ahora existan las redes sociales, no han aportado credibilidad.
Y no basta con esperar a que los demás se humanicen, sino que cada uno debemos de transmitir algo más de humanidad a nuestro entorno, a nuestra profesión o a nuestras actividades cotidianas.
Cada vez tengo más claro que, al margen de ideologías, el progreso social pasa por recuperar el altruismo, la empatía, el respeto, la atención y el cuidado al otro. Y podríamos ponernos a analizar si este mundo que estamos construyendo tiende hacia la dignificación de las personas o hacia la deshumanización. Pero la verdad es que da vértigo pensar qué camino llevamos.