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"Mi casa también habrá ardido": Noche en vela por culpa del fuego

La SER acompaña en sus primeras horas a los evacuados del incendio de Quintanilla, que han sido acogidos en Caleruega

Los evacuados del incendio

Los evacuados del incendio

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Caleruega

Son las once de la noche. El tiempo invita a mirar las estrellas y a extender la sobremesa tras una cena improvisada que ha tenido lugar en una de las casas rurales de Caleruega. Sin embargo, el miedo, la preocupación, y la intranquilidad se apodera de los comensales, que no tenían previsto visitar ni hacer noche en la localidad ribereña. Y es que a kilómetros de allí, el fuego rodea sus casas. Todos estos 'invitados' son evacuados. Vecinos de Santibáñez del Val, uno de los pueblos desalojados por el incendio que a las 13.15 horas se iniciaba en Quintanilla del Coco, y que se ha extendido a gran velocidad, devorando todo a su paso. Una quincena ha ido a parar a nuestra comarca en la primera noche -porque creen que habrá más por delante- para seguir desde la distancia, y con lágrimas en los ojos, el devenir de un suceso que ha encogido los corazones de los burgaleses.

Los vecinos de Santibáñez realojados en Caleruega comparten los mensajes de redes sociales sobre el incendio de sus viviendas

Los vecinos de Santibáñez realojados en Caleruega comparten los mensajes de redes sociales sobre el incendio de sus viviendas / Radio Arn

En la mesa se comparte la desgracia que supone un incendio. Las noticias son confusas, pero los datos llegan. "Se ha quemado lo del Alvar, lo de Esther y de Encarna", aseguran. Cada noticia sobrecoge. Y lo peor, es que piensan que todas sus propiedades pueden acabar igual. "Mi casa también habrá ardido", comenta una vecina, mientras ven imágenes. Recuerdan cómo ha sido su desalojo. "Me han dicho de repente que nos teníamos que ir rápido. Y miro y estaba todo negro, y caía ceniza. Me ha costado meterme en el coche y todo del calor que salía del suelo. Y no hemos podido coger más que el bolso", detallan, mientras el integrante más joven de la mesa no puede dejar de llorar. "Ni los medicamentos hemos cogido" insiste esta vecina.

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Afortunadamente además de la hospitalidad de la dueña de la Casa rural La Infanta, que se desvive porque no falte de nada en la mesa ni fuera de ella para aliviar en parte la sensación de desamparo del grupo, también hay una sanitaria pendiente de ellos. Noelia, concejala de Caleruega, es médico del Hospital Santos Reyes y se interesa por el estado y necesidades de salud de cada cual. Por cierto que en la mesa faltan tres comensales que han acudido a los servicios de Urgencias de Aranda para que uno de ellos ( al que acompañan su mujer y su padre) sea atendido de una quemadura o raspón en un ojo, provocado cuando trataba de afrontar el fuego, antes de ser desalojado.

La cena improvisada

La cena improvisada / Elena Lastra

Pero ni la tristeza ni la incredulidad ante lo ocurrido y la rapidez con la que se ha dado todo, no ocultan un enfado mayúsculo. Los vecinos creen que para salvar el monte han sacrificado el pueblo. Se quejan de que no hayan dejado quedarse a los jóvenes y a quienes tenían capacidad de ayudar, y están seguros de que con ellos no habría ardido el municipio como lo ha hecho. Y lamentan que tanta protección al sabinar haya impedido acciones más contundentes de protección contra el fuego. Se repite la queja que hace unos días también resonaba en la Ribera tras el incendio de Zazuar. Muchos consideran que el causante del incendio ha sido una imprudencia, en contra de la intencionalidad que en primera instancia señala la Junta. Pero también sobrevuelan las teorías más conspiranoicas. Muchos, por fortuna, tienen hambre y agradecen los "manjares" que les han preparado. Y los tres perros que también les acompañan al haber sido desalojados, corretean y buscan su tajada. También para ellos un vecino aporta el pienso que los deja satisfechos.

La noche se antoja larga. No saben cuándo podrán volver a sus casas, si es que queda algo de ellas. Leen en alto la noticia de que su pueblo se da por perdido: los bomberos no se pueden quedar allí. Y a ver si con algo así, alguien puede dormir; nadie sabe nada de sus hogares. La incertidumbre también quema. Y el corazón arde.

 
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