Opinión

Sonorama

La firma de María González López

Sonorama

Aranda de Duero

Ha llegado el equinoccio del verano, se despliegan los calendarios de agosto como banderas sobre la pared, que encierran un puñado de días delimitando el territorio del mes. Para muchos contiene sus favoritos del año, las razones se bautizan de vacaciones, pueblos o reuniones familiares, entre otras tantas. Sin embargo, las de un colectivo cada vez más amplío, se tiñen sobre la segunda semana a conjunto de las jornadas festivas por su importancia.

Son tan solo cuatro días encargados de rellenar la ciudad de magia, música y efectos especiales, ciudadanos de acogida hijos del Sonorama, los sonorámicos, invitados como otras tantas veces por los arandinos a la capital de la Ribera para compartir la que, para muchos, es la mejor de las fiestas, y dejar crecer a la felicidad enquistando los adoquines, cambiando el mapa urbano de la ciudad, otorgando el puesto a la plaza del trigo de la mayor y haciéndonos saltar sobre el empedrado de la calle isilla, sobre todas las piedras del camino.

En menos de una semana Arnau Griso nos revelará gratis los secretos para ser felices, a la par que bailamos al compás de Ciudad Jara. Rozalén nos abrirá su puerta violeta para que nos agarremos a la vida, los Celtas Cortos nos cuentan los cuentos que el 20 de abril del 90’ buscaban, mientras Rulo y la Contrabanda instauraran noviembre sin que tengamos los horarios de la cenicienta, Pole nos sacará de verbena a por amores de los que, como dice Coque Malla, no podamos vivir.

Nuestro querido Izal nos acogerá una vez más en su hogar, el escenario que poblamos entre todos, siendo esos locos de siempre a los que encuentran bailando como auto terapia, celebrando que hemos dejado de apalearnos con nuestros propios palos de ciego y saltado sobre los agujeros de gusano que nos crecían cuando dejábamos suelto al miedo con ganas de encerrarnos en pozos. Haremos nuestra pequeña gran revolución de la noche, con la mujer de verde como líder y con el objetivo que no cambia de crear historias de vida y placer. Bailaremos hasta que todo acabe, o hasta que llegue la pausa que tiene anclada un ojalá a los versos, a que solo suene la canción de despedida y solo se pronuncie un hasta luego.

ElyElla nos diagnostará lo que importa para sacudirnos las penas, Delaossa nos dará el antídoto contra el veneno, las Ginebras regalaran chupitos para brindar con Paco y Carmela haciendo danceteria dela típica canción y cientos más, al mismo tiempo que Shinova, nos dejará con la sonrisa intacta confesándonos que los mejores momentos son los que están por llegar.

Amaia nos dará la bienvenida al show, los siete héroes del sábado volverán a gobernar el escenario principal con sus camisas blancas, sus cancioneros de siempre y los nuevos, que se han vuelto himnos, un madrileño reinventando los de su tierra se estrenará, entre tanto, Arderá Bogotá y nuestras gargantas incendiando la noche alumbrando lo oscuro y reventando el Big Bang, las ladillas harán plaga de fans llegando desde Rusia en Kit, su coche fantástico, a presentarnos a MacaulayCulkin, un puñado de princesas modernas y enseñarnos a beber, de bar en peor, y habitar el costumbrismo mágico.

Loquillo, el rey del glam, nos dará una vuelta en su Cadillac a pesar de que sea solitario, seremos ocupas de una casa azul viviendo nuestra revolución sexual, por la tormenta de arena que se avecina de la mano de Dorian huiremos a cualquier otra parte a bailar sin vergüenza junto a Dani Fernández y quince temas más con Claudia Halley, entre otras tantas tareas por hacer.

Sonorama regresa a la ciudad con 25 años, sin embargo, esta vez, tras dos años distintos, uno de tregua y otro enredado de medidas, como alega Viva Suecia, tenemos lo que nos merecemos, el festival como lo conocíamos lejos de bocas tapadas y bailes de silla, sabiendo como Sidonie proclama, que estaremos ahí.