Se ha caducado agosto
La firma de María González López
La firma de María González López - Se ha caducado agosto
Aranda de Duero
Se ha caducado agosto, al calendario se le caen las hojas de verano mudando a las costumbres del otoño y septiembre tiene más uvas que enero, ya que para muchos es más comienzo de año que lo que dicta la historia. Además de cosechas, sube la marea del mar de Castilla, todos los campos de trigo se ondulan creando oleajes con el viento antes de ser navegados por cosechadoras secándolos, los girasoles han perdido su fe en el Sol cabizbajos y los pueblos se desangran de vida, que gotea poco a poco mezclándose con la gasolina de los coches que devuelven a los ciudadanos de acogida propios de la época estival a sus respectivas ciudades.
Se han descolgado las toallas y bañadores de los tendederos, como si hubiesen caído las banderas de una época, las hormigas hacen procesiones en homenaje, las golondrinas desobedecen a Bécquer, enredándose sus últimas veces en el cielo y descolgándose de los balcones, el desgastado cartel de helados apunta una año más de experiencia al currículum, las terrazas menguan y el lenguaje de los abanicos se pierde enterrado en temperaturas cada vez más bajas, las canciones de verbena sobreviven en el imaginario colectivo y fiestas lejanas, a cambio, Amaral y sus días de verano se convierte en la banda sonora de esta temporada infectada de nostalgia haciendo inventario de los nuevos recuerdos adquiridos y los banderines típicos hibernan hasta que la hoguera de San Juan decida iluminarlos nuevamente.
No obstante, el pasado domingo en Covarrubias el verano jugo a estirarse más allá de este último renglón compartido con el cambio de mes. El grupo burgalés La Maravillosa Orquesta del Alcohol, o La M.O.D.A, pseudónimo del mismo, terminaba su pequeña gira rural en esta población de la sierra de la Demanda. Sumado a este, los dos días anteriores tocaron en dos pueblos más de la provincia, Pampliega y Poza de la Sal.
Estos conciertos, en enclaves emblemáticos, como la plaza del torreón de Fernán González o el templete de Poza que ha vuelto a escuchar las canciones burgalesas que hace cien años se cantaban en estas mismas tierras, reunidas en el Nuevo Cancionero Burgalés, su nuevo disco, abren una atmósfera de cercanía donde las canciones se sienten hasta desgastar la emoción y todo puede pasar. Estos motivos les otorgan el puesto de los más especiales. Sin embargo, la razón por la que empezaron a desplegarse por el mapa rural fue la reivindicación de la cultura accesible independientemente del número de habitantes o localización, tocando en lugares a los que las giras de artistas no suelen ir, tocando así a uno de los problemas más graves de nuestra región, la despoblación.
Ahora, con el peor de los fríos acechando el regreso a la rutina, no por las cifras que señala el termómetro, sino por el vacío que deja septiembre, estos pueblos regresaran a sus calles sin niños, poca gente recorriéndolas y la espera al próximo verano que los rellene de vida clavándose las agujas del reloj. Quizás deberíamos visitar nuestros pueblos, sin entender de estaciones o tiempos, no desprendernos de nuestras raíces que son las que nos mantienen erguidos y salvarlos del peligro de extinción.