Resetearnos como sociedad
La firma de Rosa Alcubilla
La firma de Rosa Alcubilla
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Aranda de Duero
En septiembre comienza el curso escolar, y en nuestras mentes empieza el año, con los nuevos propósitos, compromisos, actividades y horarios . Una de las noticias más relevantes de este septiembre son los inevitables recortes económicos de las familias debido a la inflación. A la fuerza estamos cambiando hábitos y costumbres, reduciendo los gastos en alimentación, en cultura, en actividades extraescolares, en ropa, en la luz o el gas. Hay que abrocharse el cinturón. Pero lo que me parece desproporcionado es la sentencia del presidente francés Macron afirmando en tono solemne que ha llegado “el fin de la abundancia en Europa”. Me pregunto qué habrán pensado en Europa aquellas personas que no han podido gozar de esa abundancia nunca y que han vivido siempre con la incertidumbre y el miedo al despido, a la subida de los intereses de las hipotecas, o a los trabajos precarios. ¿Pero no llevaba precisamente aparejada esa abundancia el derroche, la contaminación y el exceso de residuos? A ver si lo que no hemos hecho por el medio ambiente, como reciclar, no despilfarrar agua, dejar de comprar el móvil de última generación o no cambiar de ropa de armario cada temporada, lo vamos a hacer por imposición económica.
Nos toca la austeridad, según dicen, frente a la abundancia. Qué pensarían mis abuelos de nuestra austeridad. Para ellos era inimaginable el grado de desgaste del planeta que tenemos y lo que malgastamos y derrochamos. Mis abuelas ya pusieron en práctica la deseada economía verde y circular, optimizaban los recursos y minimizaban los residuos: compartían, alquilaban, reutilizaban, reparaban, y reciclaban materiales. Nuestro modelo económico de “usar y tirar” les parecería una aberración.
¿Somos conscientes de que a la población europea nos sobra ropa, calzado e incluso comida, y derrochamos recursos naturales? Como sociedad, vivimos en la sobreabundancia, en el exceso de comida, desperdiciando alimentos, aún siendo conscientes de que las colas del hambre existen y crecen. Somos una sociedad injusta, desigual, saciada y depredadora. Nos habíamos acostumbrado al progreso indefinido en Europa y no imaginábamos otro escenario. Lo que se necesita es un nuevo paradigma global de producción y consumo para salvar el planeta, paliar las desigualdades y luchar contra la injusticia fiscal. Pero ¿estamos dispuestos a cambiar, a disminuir el consumo de bienes y energía? ¿Dejaremos atrás el derroche de la sociedad de consumo tras la austeridad a la que nos vemos abocados? O ¿cambiaremos por imposición? Habrá que encontrar las claves para resetearnos o repensarnos como sociedad.