Echarse al monte

Aranda de Duero

La fauna. Siempre tiene la culpa la fauna. Los retrasos en la construcción de la A-11en la provincia de Valladolid fueron porque había que proteger al lobo ibérico. Si ahora se retrasa la rehabilitación del túnel del tren Directo es porque hay que proteger al murciélago cavernícola. Nadie dice nada de la mezcla de ambas especies, pero mientras se alargan los plazos enredados en hipócritas proclamas falsamente medioambientalistas, quien sufre es otra especie: el ibérico ribereño, que a este paso, ante la ausencia de infraestructuras que lo conecten con el resto de la civilización, también se verá abocado a la cueva para convertirse en cavernícola.

Suena a broma, pero es real. Y sería gracioso si no tuviera impacto directo en la perdida de oportunidades de futuro, de desarrollo económico; si no incidiera en la sangría que llamamos despoblación o si no afectará directamente al deterioro de los servicios más sensibles para la ciudadanía: la falta de carreteras y trenes nos deja sin profesionales médicos o con profesionales de la Educación que huyen en cuanto pueden para no jugarse a diario la vida en la carretera. O con empresas desesperadas, que llevan tiempo lanzado un mensaje de auxilio ante la creciente dificultad para cubrir puestos cualificados de sus plantillas. Los profesionales no quieren venir a una tierra a la que, aun siendo privilegiada por su situación estratégica, es difícil llegar y de la que es difícil salir por carretera. Imposible hacerlo por tren y con un transporte público más que deficiente.

Se sorprenden desde la capital de la provincia y desde Valladolid de que alcemos la voz para denunciar agravios; para ellos somos unos victimistas. No se paran a pensar en la causa de ese sentimiento. No se dan cuenta de que, llegados a este punto, no nos queda mucha más salida que echarnos al monte, con el lobo ibérico y con el murciélago cavernícola. Quizá sea la única forma de que nos protejan.