Ti voglio bene
La firma de María González López
La firma de María González López - 04 noviembre
Aranda de Duero
Las formas de manifestar “te quiero” en otros idiomas se pueden hacer de muchas maneras, una de las que más me llamó la atención, fue la expresión en italiano “ti voglio bene” por su traducción literal, “te quiero bien”. La primera vez que la leí, comprendí que en aquellas tres palabras se encerraba un sentimiento más potente que lo que un “te amo” podría resguardar, ya querecalcaba que lo hacía bien, con todo lo que ello conlleva. Aquella oración era un escaparate de lo simple y su éxito, ya que no se enredaba en refranes ni enunciados habitados por demasiados verbos, era sencilla y contundente.
Este mes mis abuelos cumplen sesenta años de casados, con su anillo sobre el dedo anular y sin el típico chiste de cuñado sobre el matrimonio en la boca, en su lugar prefieren mancharla con un beso, cuando lo cuentan añaden que nunca han discutido, y sus hijos, lo corroboran. Al saberlo, toda mi curiosidad emigró hacía el truco más allá de la magia del querer. Mi abuelo, con un gesto de sencillezlo desvelo, concluyendo que hay que abstenerse de los sincericidios. Para mí, ellos, son la descripción del “ti voglio bene” y un ejemplo a seguir.
Al mismo tiempo, he de decir que no existe una gramática del querer única, que no tiene reglas escritas, ni de pronunciación, debido a que el lenguaje del querer se puede expresar de muchas formas, y a la par, bien.
En este diccionario caben el idioma de las miradas cómplices que comparten más de un pecado y la única cárcel que entienden es la que por reja tiene las costillas con los latidos acompasados, los estropicios que se limpian con una caricia, los abrazos que hacen de andamio, nueva piel y abrigo.
Como se formulan los te quiero, yendo a ver atardeceres, arropando con una manta y unos brazos las siestas, destensar las líneas telefónicas y guías de los mapas que enseñan el filo de la distancia con una llamada, escuchando los temas preferidos del otro dejando de fianza la atención, llamar con el cariño clavado en los nombres, y permanecer, estar, sosteniendo como un pilar de paciencia un pequeño peso en los malos momentos.
Aprender a encajar las sombras y las manos, para ganar equilibrio sobre la línea temporal del presente, la geografía de las fracciones faciales que se ajustan hasta el beso, compartir porciones de reloj y calendario a los que desobedecer, envolverse en la misma niebla y prensar las tardes de domingo bajo el Sol y una película.
Ser compañeros de vida, sin una fecha de caducidad anunciada o existente, jugar a los juegos de sabanas quemando partidas hasta que el amanecer de con nuestro paradero, coleccionar recuerdos, planear viajes con las monedas que no apostamos en deseos,enredar las risas entre las cosquillas, y beber a morro los besos. Untar con caricias el cariño y tener los antojos de mimos saciados, saber que la buena suerte está cosida a su vera, y ahuyentar al miedo con su presencia de amuleto como mi mayor reliquia.
Querer bien, es saber que te aman sin la necesidad de acuda un te quiero a recordártelo.