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Investigación

Una investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de Burgos explora la falsificación de documentos en la Edad Media

El análisis de un pergamino efectuado por Sonia Serna, investigadora de la UBU considerado el más antiguo del Archivo Histórico de la Nobleza de Toledo desvela que fue falsificado por monjes en el siglo XII.

El documento se falsificó para usarlo como prueba a favor de los intereses del monasterio de Cardeña en un pleito. / UBU

Burgos

Un estudio en el que han participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Burgos (UBU) ha podido demostrar que el documento considerado hasta ahora como el más antiguo de los custodiados en el Archivo Histórico de la Nobleza es, en realidad, una falsificación del siglo XII, y no del año 943, como indica su data.

El documento –que lleva la signatura OSUNA,CP.37,D.9— es un pergamino escrito en letra visigótica redonda. En él se registra una donación del conde de Castilla Asur Fernández y su esposa Guntroda al monasterio de San Pedro de Cardeña. Esto lo haría excepcional, porque apenas sobreviven documentos originales del siglo X castellano; sin embargo, su fecha de elaboración debe ahora llevarse al siglo XII.

En el curso de la investigación, que aparecerá próximamente en Anuario de Estudios Medievales, se han podido determinar los procedimientos empleados para producir el documento, así como los motivos que llevaron a confeccionarlo y el contexto en que se utilizó. Los falsificadores se basaron en una donación auténtica (hoy perdida), que reprodujeron insertando elementos que no estaban en su modelo, con el fin de utilizar el documento como prueba en un pleito.

La investigadora de la UBU Sonia Serna

La investigadora de la UBU Sonia Serna / Diego Herrera

El análisis del pergamino, efectuado por Sonia Serna (Universidad de Burgos), revela anomalías tanto en la preparación de la página como en la escritura. Estos rasgos delatan a un escriba acostumbrado a trabajar en la letra carolina propia del siglo XII, y que se esfuerza por ejecutar la letra visigótica redonda típica de la Castilla del siglo X. En su obra se deslizan rasgos anómalos, como el empleo de signos abreviativos de la visigótica cursiva o la adopción de soluciones poco habituales para escribir o abreviar algunas palabras, junto con otros usos anacrónicos, como el empleo del sistema abreviativo carolino. Con todo, la falsificación resultó suficientemente eficaz para cumplir su papel.

El contexto de producción de esta falsificación ha sido analizado por Julio Escalona (Instituto de Historia - CSIC). El documento auténtico de 943 que sirvió como modelo para producirlo se ha perdido, pero una copia sobrevive en el cartulario llamado Becerro Gótico de Cardeña, que se conserva en la Biblioteca Zabálburu de Madrid. Cotejando ambos textos se comprueba que el documento falso siguió muy de cerca la redacción —y probablemente el aspecto físico— de su modelo, pero insertó estratégicamente una cláusula que asigna al monasterio de la propiedad de la iglesia de Santa María de Cuevas de Provanco (Segovia). Esta cláusula brilla por su ausencia en la versión del cartulario.

Precisamente esta iglesia fue objeto de disputa en un pleito entablado entre el monasterio de Cardeña y los concejos de Peñafiel y Castrillo de Duero en 1175. La abadía ganó el juicio presentando el documento que probaba sus derechos y a dos monjes que juraron que era auténtico. Este documento sin duda era nuestro pergamino del archivo toledano, cuyos anómalos rasgos paleográficos concuerdan con una elaboración en la segunda mitad del siglo XII, tomando como modelo el original de 943. La investigación ha podido seguir la pista del documento, su reutilización (sin que se pudiera en duda su autenticidad) en el siglo XIII, cuando el conflicto por la iglesia de Santa María se reprodujo, y los avatares que lo llevaron finalmente a su actual paradero toledano.

La investigación ha demostrado que OSUNA,CP.37,D.9 es el mismo documento con el que Cardeña defendió sus intereses en los tribunales en los siglos XII y XIII. Su valor no reside en el dato anecdótico de ser o no el documento más antiguo del archivo, sino en mostrar cómo las habilidades técnicas y la autoridad moral y religiosa se combinaron en este caso para construir una verdad creíble, capaz de triunfar en un escenario judicial. En último término, nos recuerda que para comprender a fondo cualquier período histórico es imprescindible cómo cada etapa reescribe y manipula su pasado.

 
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