Opinión

Desobedecer el tiempo

La firma de María González López

Desobedecer el tiempo

Aranda de Duero

No he conseguido hacer las paces con Morfeo y el calendario se ha convertido en un cuadro sobre la pared de días, que no se entienden con los relojes. Líneas de semanas torcidas que se mezclan en una bola indeleble de tiempo. Me refugio en pedacitos de pasado, como pisos francos que sirven en mi huida sin cobro por noche.

Me encierro en fotografías de años atrás, las canciones viejas que suenan en bucle hasta marearme y los lugares de siempre que ya no visitamos siempre. Todo se ha vuelto una galería de ayeres que no se conforma con un mañana. Tengo la adolescencia más que desgastada, los versos de los libros marcados y obligaciones que no coinciden con estas ganas de desobedecer al tiempo.

Siendo sincera, antes no me he habituaba a vivir sobre el presente, siempre rebuscando en los pretéritos, como una nómada que salta de recuerdo en recuerdo.

Sé que son costumbres perdidas, y que la buena suerte se quedó atrapada sobre estás, cómplice de las cervezas con amigos que tenían hora de caducidad, a las diez de la noche, como los bares, con las que brindábamos con la incertidumbre marcando el compás en aquel 2020. Como los besos que tapiaron las mascarillas y el frío con el que jugar al escondite en las nieblas y se materializó en nieve con nombre. Los árboles familiares que tenían tantas ramas como raíces, expandiéndose en todos los conocidos. Las gestorías de emociones, donde la felicidad era barata y los enfados tenían descuentos, quitando importancia sobre los sucesos para solucionarse antes con la firma de un perdón.

Los paseos domesticando las calles de la ciudad de tantas veces que la recorrimos sin rumbo, pero con pasos firmes, la alimentación de comerse el mundo y no morir de hambre esperando demasiado de este, suficiente y ojalá no eran más que adverbios, y desafiábamos a la tristeza con la risa y atardeceres de bolsillo vistos desde cualquier sitio. Abrazos que hacían de andamio, abrigo y nueva piel, estropicios que se limpiaban con caricias y hábitos saludables que compaginaban con la salud y ejercían de guía sobre el camino, hacia un futuro mejor.

Continuaré sin entenderme con los relojes, pero viviendo en los buenos tiempos para volver a atraerlos.